LOS DIFÍCILES

DEVOCIONAL

Los hombres tenemos una especial capacidad para convertir una cuestión complicada, en un problema más complejo todavía.

Y entre esos casos se encuentran las personas que genéricamente etiquetamos como difíciles, sin valorar su situación y sin detenernos a pensar en quienes son.

Y lo más grave, es que no somos capaces de tener una buena actitud hacia los difíciles y endurecemos nuestro corazón para agravar aún más las situaciones.

Cuando pienso en todo esto, declaro mi falta de Amor hacia el Prójimo, porque sin ninguna duda Jesús trataría a los que llamamos difíciles de una manera diferente a la que yo lo hago.

Por tanto no nos podemos esconder en nuestra humana condición para tratar de justificar nuestras decisiones equivocadas con las personas difíciles.

Simplemente debemos aceptar que nuestro Prójimo es conflictivo y en lugar de enfrentarlo, ayudarlo en todo lo que podamos y buscando siempre entenderlo. Es una manera de seguir los Mandamientos de Jesús.

Romanos 13:10

El amor no hace mal al prójimo;
así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Diego Acosta / Neide Ferreira

 

SUICIDIO JUVENIL

ANTIVIRUS

El reciente caso de dos jóvenes suicidas, actualiza dramáticamente un grave situación que deben solucionar las sociedades de nuestro tiempo.

No basta con lamentarse ni hablar de debilidades en las personas que adoptan tan tremenda decisión. En un caso se trata de una actitud casi contemplativa y en el otro, un verdadero juicio indigno.

El suicidio juvenil tiene sus raíces en problemas que están casi a la vista en el día a día de la sociedad contemporánea e ignorarlo no hará otra cosa que alentarlo como solución inmediata ante la indiferencia generalizada.

Cada uno de nosotros tiene su cuota de responsabilidad en este problema, que afecta gravemente el futuro de nuestros jóvenes y también de las propios países.

Desentenderse del suicidio juvenil es una forma de complicidad con las causas que lo provocan. Y una demostración más de como nos comportamos con el Prójimo en estos tiempos.

Diego Acosta

YO, EL PRÓJIMO

EL ABUELO SALOMÓN

Hace un tiempo estuve pensando acerca de lo que significa ayudar al Prójimo, ayudar a quién lo necesite, porque es un principio de solidaridad fundamental.

Y siguiendo con el hilo del pensamiento, vino a mi mente la idea de que un día, el prójimo puedo ser yo mismo. Y entonces, es cuando cambia la perspectiva y todo tiene otro sentido.

La idea de ayudar al Prójimo, sin limitaciones y sin especulaciones, tiene su importancia porque debemos pensar que nadie está exento de sufrir alguna situación, en la que precise de los demás.

O de una sola persona que extienda la mano solidaria, en momentos en los que a lo mejor lo único que pueda llegar a necesitar es alguien que me escuche.

No solo es de sabios ayudar al Prójimo, sino también el fundamento sobre el que un día, tal vez yo mismo sea el prójimo y entonces pediré, lo que a lo mejor he negado en más de una ocasión.

Diego Acosta

EJERCICIO DE HUMILDAD

DEVOCIONAL

Una tarde estaba lavando la loza o los platos que se habían utilizado para la comida del mediodía, me vinieron estos pensamientos que me fueron de gran ayuda.

Antes, había estado terminando un trabajo relacionado con la Biblia y sus enseñanzas. Y de golpe me encontraba haciendo algo tan sencillo como lavar los utensilios que habíamos utilizado.

Lo primero que me vino a la cabeza fue un pensamiento irónico, porque había pasado de las profundidades bíblicas, a las simples tareas cotidianas.

Desde lo alto había caído a lo bajo, haciendo un resumen de lo que estaba en mi cabeza. Pero pronto el Espíritu Santo acudió para enseñarme.

Nunca debe importarnos lo que hagamos ni en la forma en que se producen nuestros quehaceres. Lo importante es con qué actitud del corazón los enfrentamos.

Si nos alegramos por unos y nos lamentamos por otros, con toda seguridad no podremos servir al Prójimo como nos mandó Jesús. Porque a veces usaremos la Palabra y a veces nuestras manos.

Marcos 12:32 Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No hay otro mandamiento mayor que estos
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Diego Acosta / Neide Ferreira