NI UN SEGUNDO ANTES

Los hombres nos afanamos continuamente por tratar de dominar el tiempo, por atrasarlo o por adelantarlo, como si con esos intentos pudiéramos hacernos soberanos de algo tan importante.

Si somos jóvenes pretendemos que los días pasen a un ritmo mayor que el de nuestra ansiedad y si somos mayores pretendemos que los días se alarguen para que no llegue el final.

En esos vanos propósitos invertimos nuestros mejores esfuerzos, olvidando que no podemos modificar el tiempo, por mucho que nos empeñemos y nos alteremos.

Más sabio será comprender que somos administradores del tiempo, que somos mayordomos de nuestro propio tiempo y en eso sí que tenemos que ser más que fieles.

Debemos comprender que hemos sido llamados a disfrutar de nuestro tiempo, a utilizarlo sabiamente y a no gastarlo neciamente, sabiendo que nada ocurrirá ni un segundo antes de que lo haya dispuesto Dios.

Es verdad que no sabemos el momento de nuestro final, pero en ese desconocimiento podemos darle sentido a nuestra vida, viviendo cada día sin pensar en el pasado ni desvelarnos por el de mañana.

Vivamos el tiempo que Dios nos proporciona con entrega, no dejando para mañana las buenas acciones que podemos hacer hoy, para que no nos sorprenda el momento postrero sin haber sido útiles y misericordiosos con el prójimo.

Levítico 26:4
Diego Acosta García

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