A veces llevamos una pesada carga, tan pesada que parece que nos podría doblar, dándonos la medida de nuestras pocas fuerzas y de nuestra fragilidad.
La carga que llevamos es producto de nuestras propias actitudes, porque es una carga que las demás personas no pueden ver, porque está formada de cosas tan intangibles como reales en nuestro interior.
Contaba un hermano que su carga era tan tremendamente pesada que un día decidió no seguir llevándola y entonces se dio cuenta que no había forma de concretar esa aspiración.
Pensó para resolver la situación que lo mejor sería ver lo que contenía la carga: Había
promesas incumplidas, actitudes destempladas, algunas mentiras y también rencores no confesados.
Quizás lo que más le pesaba es que se había dado cuenta que los meses pasaban y todos sus proyectos para servir al Señor los había ido dejando de lado.
Decidió entonces cambiar radicalmente de actitud. Para ello tuvo que reordenar completamente su vida, sin dejar de cumplir con sus obligaciones de trabajo.
Comprendió que siempre lo primero era servir al Señor sirviendo a los demás. En ese momento esa carga tan pesada se transformó en un leve yugo que podía soportar con una serena alegría.
Hechos 15:28
Diego Acosta García
