CARTA DE BERLÍN. MENSAJE ALENTADOR…

 

handsHola.
El domingo participamos de una  comida de las personas que colaboran en una Iglesia que está próxima al Aeropuerto de Tegel. Fue una reunión tan grata como interesante.
El encuentro y el notable buen humor de la mayoría de los alemanes participantes, hizo que la comida se prolongara más allá de lo que es más o menos normal.
También fue un tiempo de agradecimiento a los hermanos que con la mayor buena voluntad se esforzaban en entender a quién está comenzando a decir sus primeras palabras en alemán. Mi caso.
Como Dios es Bueno, deparó al final del encuentro unos minutos inolvidables. El Pastor de la Iglesia tuvo palabras de agradecimiento para quienes habían organizado el almuerzo.
Cuando se esperaba que también agradeciera la labor de quienes colaboramos en mayor o en menor grado en la actividad social de la iglesia, dijo algo que creemos recordaremos siempre.
Dijo más o menos textualmente: Y no hay nada más que agradecer. Porque si tuviera que agradecer sería tratar de distinguirme de cada uno de ustedes. Todos  los que estamos aquí trabajamos y yo también.
Por tanto si todos somos trabajadores del Señor, como uno de esos trabajadores va a agradecer el trabajo de los demás? Lo notable fue la repercusión que se produjo tras estas palabras.
Todos sonrieron y yo también, cuando me tradujeron lo que había dicho, Pero nadie aplaudió, porque evidentemente estábamos de acuerdo con el mensaje.
Cuando la reunión terminó salimos del área social de la Iglesia con el corazón rebosante de entusiasmo. Ante tanta palabrería llena de solemne y mal disimulada vanidad, era reconfortante lo que habíamos escuchado.
No pudimos dejar de recordar las palabras de Jesús: Yo vine a servir no a ser servido. Estas palabras no constituyen un reconocimiento al Pastor de esta Iglesia. Creo que además no lo aceptaría.
Son palabras de aliento al saber que somos muchos los que seguimos creyendo en la vigencia del mensaje de Jesús. Estamos para servir, no para ser servidos.
Oremos para que Dios obre en los corazones de quienes con sus hechos demuestran que se olvidaron o no quieren recordar las palabras de Cristo.
Gracias y bendiciones.

Diego Acosta

www.septimomilenio.com

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