Una mujer víctima del alcohol, no me reconoció en el hospital donde estaba ingresada, a pesar de ser vecinos de la misma calle, lo que revelaba la gravedad de su estado. Y lo peor era la falta de Jesús en su vida. Diego Acosta – DEVOCIONAL
Jesús nos advirtió a propósito del final de los tiempos, que no nos dejemos engañar. Y si ponemos por pasiva la frase, no nos engañemos a nosotros mismos.
El riesgo de caer en estas sutiles tentaciones del mundo, se produce a partir del momento en que aceptamos los halagos que nos sorprenden, que nos agradan.
Por eso siempre recuerdo la amonestación que me hizo una predicadora, cuando elogié su mensaje: Si realmente me respetas, nunca más vuelvas a halagarme.
Confieso que me causó sorpresa esta reacción que consideré desmesurada y también poco amistosa. Pero los años me enseñaron cuánta razón tenía quién aparentemente había sido excesivamente severa.
Aprendí que una de las formas más perversas del engaño, es el elogio, aunque sea merecido. Porque afecta directamente a nuestro corazón que se envanece porque lo considera como una distinción.
Si Jesús me mandó que tuviera cuidado con esta cuestión, sería un necio si no le obedeciera.
En un diario español se aseguraba que Dios debería pedir perdón por el estado del mundo. En otras palabras se hacía responsable al Eterno de todo lo que hacemos los hombres en el mundo.
Obviamente no se nos ocurre defender a Dios, porque sería una temeraria falta de respeto hacia su Majestad y Soberanía. Se trata de destacar como se usa el nombre del Todopoderoso.
Pareciera que atacándolo se logran éxitos personales, tales como atrevimiento, coraje y por supuesto más notoriedad, que son los grandes objetivos del mundo en el que vivimos.
En la exaltación desmesurada y sin límites del hombre, se apelan a grotescos recursos para librar a la especie, de sus responsabilidades con lo que está ocurriendo en el planeta.
Usar a Dios como instrumento para supuestos logros personales, pone de manifiesto la estatura de quienes lo atacan.
Los hombres tenemos una especial capacidad para convertir una cuestión complicada, en un problema más complejo todavía.
Y entre esos casos se encuentran las personas que genéricamente etiquetamos como difíciles, sin valorar su situación y sin detenernos a pensar en quienes son.
Y lo más grave, es que no somos capaces de tener una buena actitud hacia los difíciles y endurecemos nuestro corazón para agravar aún más las situaciones.
Cuando pienso en todo esto, declaro mi falta de Amor hacia el Prójimo, porque sin ninguna duda Jesús trataría a los que llamamos difíciles de una manera diferente a la que yo lo hago.
Por tanto no nos podemos esconder en nuestra humana condición para tratar de justificar nuestras decisiones equivocadas con las personas difíciles.
Simplemente debemos aceptar que nuestro Prójimo es conflictivo y en lugar de enfrentarlo, ayudarlo en todo lo que podamos y buscando siempre entenderlo. Es una manera de seguir los Mandamientos de Jesús.
Romanos 13:10
El amor no hace mal al prójimo;
así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Todas las veces que permito que la ansiedad me domine, los resultados son siempre malos y a pesar de eso, no dejo de sorprenderme como una y otra vez caigo en el mismo error.
Pareciera que es inherente a la condición humana, repetir los fallos, aún cuando las consecuencias son tan evidentes y tan repetidas.
Es necesario entender, que por mucho que alguien se afane, por mucho que lleve ese afán hasta los límites más extremos, nada conseguirá.
Lo triste es que en mi caso, persisto en el error, acaso porque en determinados momentos mi confianza en Dios comienza a decaer, ante la necesidad de respuestas y ante el silencio que recibo.
Pienso que debe ser la prepotencia, la soberbia de confiar en mis fuerzas lo que me lleva a afanarme una y otra vez, cosa que advierto cuando el desenlace se repite en la misma proporción que mis esfuerzos.
Tengo que aprender a no caer en la trampa del afán y a confiar definitivamente en el Todopoderoso.
Eclesiastés 3:9 ¿Qué provecho tiene el que trabaja,
de aquello en que se afana?
El mundo nos incita a ser ricos y no pobres,
ignorando las enseñanzas de Jesús.
Creando la perversa necesidad de buscar la fortuna en la tierra
y despreciando que nuestra riqueza está en el Reino
Diego Acosta – MENSAJE
CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
La advertencia de Dios a Caín, de que el pecado lo estaba acechando en el caso que no hiciera lo bueno, es la segunda referencia bíblica con relación a la libertad que tenemos para obrar.
Por qué hablamos del libre albedrío?
Para tratar de explicar los riesgos que corremos. Porque cuando Caín tomó la decisión equivocada y se apartó de las normas que tenía grabadas en su corazón, consumó el primer asesinato de la humanidad con su hermano Abel.
Debemos aprender de las lecciones del pasado, para que seamos fieles en todos los hechos de nuestra vida. Obrar bien, es una forma de evidenciar la obediencia y fidelidad, que nos demanda el Eterno.
Vivamos con temor y temblor ante Dios, porque la sabiduría humana nunca será suficiente para decidir bien. Que sea la Sabiduría del Espíritu la que guíe nuestros hechos y no nuestro engañoso corazón.
Génesis 4:6-7 Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de é
Tristemente podemos afirmar que no hay nada nuevo bajo el sol, como proclamó el sabio Eclesiastés. Las terribles consecuencias de los terremotos en Turquía y Siria, representan unas de las señales del fin de los tiempos que proclamó Jesús.
Pensando en esto, bien cabe agregar que en 1999 Turquía también sufrió las fuerzas de la naturaleza, pero aquello que debió ser una gran lección, no fue aprendida.
Es evidente que una de las causas mayores de la cantidad de muertos que llora el país, es la falta de construcciones antisísmicas, como debieron implementarse a partir de lo sucedido en el último año del siglo pasado.
La responsabilidad de los dirigentes turcos se amplifica cuando ahora se trata de diluir la falta de previsión, utilizando las consabidas apelaciones a la fatalidad.
Los muertos y su memoria, reclaman otros procederes de los poderes públicos. Por esta razón es que debemos perseverar en el mandato bíblico de orar por las autoridades
Seguramente todos hemos tenido un anhelo en lo más profundo de nuestro corazón, de tan difícil cumplimiento que un día lo descartamos por completo.
Eso es exactamente lo que me ocurrió: durante años atesoré un anhelo hasta que finalmente decidí poco más o menos que archivarlo porque pensaba que era irrealizable.
Para explicarlo en pocas palabras: Mi anhelo no estaba al alcance de mis posibilidades humanas y consideré que la idea de abandonarlo era la mejor decisión posible. Pero a pesar de eso nunca dejé de agradecer al Omnipotente por todo.
Cuando esa decisión estuvo enraizada en mi corazón, Dios obró! Lo hizo a partir del momento en que comprendí que con mis fuerzas nada podía hacer.
Pero al Todopoderoso le había placido que tuviera ese anhelo y que lo considerara fuera del alcance de mis fuerzas. Entonces ÉL pudo hacer realidad lo que había deseado durante tanto tiempo.
La enseñanza es qué si obramos por nosotros mismos, estamos intentando ocupar el lugar del Eterno. Si aceptamos nuestra incapacidad Dios puede mostrar su Misericordia.
Éxodo 20:6 Y hago misericordia a millares,
a los que me aman y guardan mis mandamientos.
El bullicio en el que vivimos nos impide apreciar cuestiones importantes que ocurren a nuestro alrededor. Una de ellas es la Obra del Espíritu Santo.
ÉL siempre responde a nuestras inquietudes, aún aquellas que podemos considerar menores o sin importancia, pero que demuestran su interés en ayudarnos.
Su promesa de ser una Guía para nuestras decisiones se cumple inexorablemente. Sin embargo por qué no lo advertimos? Por qué incluso ignoramos que nos ha estado hablando?
Simplemente porque somos incapaces de buscar un poco de silencio en medio de tanto bullicio ensordecedor, de palabras vacías, de vanas reflexiones que nos desorientan.
No seamos partícipes de la vorágine del mundo ni de sus sonidos estridentes, llamativos, pero que nos aíslan de lo importante como es la Obra del Espíritu.
Si tuviera que dar testimonio de esta Verdad, lo haría para alentar a quienes están aturdidos y por lógica desorientados. Somos templos del Espíritu y por tanto, guardianes y custodios de sus enseñanzas.
Hechos 2:32-33 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios,
y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,
ha derramado esto que vosotros veis y oís