IMAGINEMOS

EL ABUELO SALOMÓN

Los buenos consejos a veces no los entendemos o no los queremos entender. Entonces seguimos obrando, ignorando lo que podría ser bueno para nuestra vida.

Cuando hablamos del Prójimo, deberíamos ser generosos no solo con nuestros pensamientos, sino también con la obra de nuestras manos.

Porque tenemos la idea de sentirnos superiores, al poder ayudar a alguien que está en necesidad y nos convertimos en seres capaces de hacer el bien casi sin límites.

Pero algún día deberíamos poner estas ideas por pasiva y pensar que somos nosotros los que precisamos ayuda. Que somos nosotros los que precisamos que alguien nos tienda una mano no con soberbia sino con Misericordia.

Tal vez entonces nos gustaría imaginar que la persona que llegue hasta nosotros tenga la bondad en su corazón y no la soberbia que hay en el nuestro.

Cuando pensemos en el Prójimo, pensemos que tal vez un día el que precise de un corazón compasivo, seamos nosotros mismos.

Diego Acosta