LUJOSA OBCENIDAD

CONSIGNA: SER PRUDENTES Y ESCUDRIÑAR

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En tiempos en los que millones de personas están viviendo realidades angustiosas y futuros inciertos, la exhibición del lujo se torna casi intolerable.

No se trata de envidia, se trata de sentido común, porque las demostraciones de dinero que implica mostrar el lujo, ofenden a quienes están padeciendo incertidumbre y zozobra.

Desde mansiones a vehículos u ostentosas formas de vida, exhibir con jactancia el dinero, no hace otra cosa que aumentar lo que se pueda llamar la brecha sutil de una sociedad.

Esta situación origina pretensiones desmedidas con impuestos al lujo, que más bien se parecen un gravamen al lujo exhibicionista, pues los efectos económicos son francamente escasos.

Lo que sí queda en evidencia es que la Palabra de Dios, nos enseña que el amor al dinero es una de las mayores perdiciones del hombre y que su exhibición, forma parte de la necedad humana.

En tiempos complejos, la prudencia sería una buena recomendación para quienes viven en la angustia de tener que mostrar que lo único que parecen tener, es dinero.

Diego Acosta

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