SÉPTIMO MILENIO: UN TERRIBLE SUCESO CONMUEVE A FRANCIA

La tragedia de ser débil en el siglo XXI supera los límites de lo que nos podamos imaginar, en estos tiempos de tanto progresismo y evolución de la sociedad.
Puede que para muchos el drama de la mujer que en Francia ahorcó a sus tres hijos y luego se quitó la vida de la misma manera, no sea más que una demostración que hay personas que no saben enfrentarse a la vida.
No importa en este razonamiento que el esposo de la mujer protagonista de esta historia, drapeause haya quitado la vida hace más de dos años y medio, también por ahorcamiento.
Tampoco importa que estas personas no hayan sabido superar el problema de la falta de trabajo y la consecuente falta de dinero. La sociedad duerme en paz porque para eso están las subvenciones del Estado.
Los subsidios calma-conciencia se descuentan de los impuestos o se pagan con las contribuciones. De manera que cada persona puede pensar que ha cubierto su cuota de solidaridad.
Pero hay algo que no se tiene en cuenta. En los subsidios o en las contribuciones de cualquier tipo, no están incluidos ni el Amor ni la Misericordia.
Podríamos pensar entonces: ¿Qué hicimos como creyentes con esta familia de cinco ahorcados? ¿Qué hicimos con personas mayores que estaban abrumados por la falta de dinero para sus hijos?
¿Esas necesidades se cubren solamente con dinero o pueden cubrirse con la solidaridad de recibir comprensión, afecto? Es evidente que estamos llegando a tiempos límites.
Es la hora en que nos tenemos que comenzar a definir. Vivimos como nos manda la sociedad y nos consolamos con lo que la sociedad nos enseña o vivimos estableciendo el Reino, con su Justicia y también con su Amor y Misericordia.
Cada vez queda menos tiempo para que nos comportemos como hijos de Dios y que estar junto al débil es un imperioso mandato indelegable e impostergable.
Que la historia de la familia francesa cuyos cinco miembros murieron de una forma tan brutal, no sea olvidada ni por la sociedad donde vivieron ni por quienes debemos alertarnos por su desaparición.

Fuente: Le Figaro – Francia
Diego Acosta García

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