Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra
toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen
con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce
les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. EN ESTE DÍA
Cada vez que queda en evidencia un error personal, lo atribuimos a varias causas, pero difícilmente admitiremos que somos los culpables de lo ocurrido.
Esta actitud es inherente a la condición humana y no debe extrañarnos que sea así, porque el insensato solo mira lo que tiene delante.
Tampoco valora la posibilidad de que sus hechos tengan consecuencias serias, porque solo depende de su propia sabiduría y tampoco es capaz de escuchar un buen consejo. O por lo menos bien intencionado.
El vivir alocadamente respondiendo a los estímulos de su propia visión de la vida, lo llevan por caminos que parecen buenos y que casi inexorablemente se convierten en malos.
Pareciera que al insensato siempre le queda el recurso de culpar a otros de sus hechos, porque entonces puede continuar haciendo aquello que la más mínima reflexión le impediría concretar.
Triste destino es el del insensato que no admite sus errores y vive en un permanente estado de inmadurez que lo aleja de la realidad y lo convierte en una víctima de sus propias decisiones.