¿LIBRES?

Día tras día se acrecientan los mensajes que nos sugieren diversas formas de libertad relacionadas incluso con nuestro cuerpo, con nuestras decisiones y también con nuestras actitudes.

Estos mensajes buscan desmontar progresivamente instituciones fundamentales como la familia, alegando que puesto que somos libres podemos hacer lo que nos parezca bien.

En ese sentido se enfatizan los intercambios de pareja, induciendo a la infidelidad consentida u oculta y disfrazada de un progresismo cada espososvez más alejado de todo principio.

Se fomentan las diversas formas de estimular el morbo, la sexualidad, los subterfugios que nos permitan gozar de nuestro cuerpo sin otro límite que nuestra propia imaginación.

Se nos argumenta que seremos libres si rompemos con cuestiones que eran intocables hasta hace un tiempo, pero que ahora en homenaje a la ruptura de cadenas mentales y sentimentales debemos acabar con ellas.

Estas propuestas van creando un clima propicio para entender que en realidad hemos estado presos de nuestros propios prejuicios o conceptos retrógrados en los tiempos que vivimos.

¿Así seremos libres? Siguiendo estas normas del mundo que se consideran no solo progresistas sino también que revelan la evolución del pensamiento, llegaremos a una falsa y frustrante libertad.

La cuestión es saber que todas estas propuestas son ajenas a las normas que Dios nos  ha dado a los hombres para que vivamos bien con un orden superior y sabiendo que la Verdad nos hace libres.

1 Pedro 2:16
Diego Acosta García

¿AMIGOS?

En la sociedad en la que vivimos se sostienen teorías sorprendentes y otras francamente perversas porque desvirtúan la razón de ser de quienes tienen responsabilidades.

Una de esas teorías sostiene que los padres deben ser amigos de sus hijos para hacer posible una buena relación y para lograr buenos momentos en el hogar.

Esta propuesta está envuelta en muy edulcorados argumentos, tan atractivos como devastadores de lo que es el fundamento de la verdadera actitud que deben tener los padres con los hijos.

¿Por qué se propugna que seamos amigos de nuestros hijos? ¿Cuál es la verdadera intención de esta modificación de lo que siempre ha sido de otra manera?

Indudablemente que con la cuestión de que el hombre es por ser hombre lo más importante de la sociedad, que no es otra cosa que el humanismo, se lleva en la misma dirección la cuestión familiar.

Es una auténtica perversidad plantear que los padres puedan ser amigos de sus hijos, porque entonces se desvirtúa el principio de autoridad que es fundamental para la vida de los pequeños.

¿Si somos amigos de nuestros hijos, como los educaremos, como los reprenderemos, incluso como los disciplinaremos?

Los padres nunca deberán ser amigos de sus hijos, porque tienen la misión de educarlos y guiarlos,  porque así ha sido establecido por el Creador como una norma básica.

Deuteronomio 11:19
Diego Acosta García

Y DIOS?

Frente a la desmesura con la que vivimos y frente a los hechos tremendos que estamos constatando dentro y fuera de las Iglesias y por supuesto en el mundo, bueno es que nos hagamos unas preguntas.

La más importante de todas es: Y donde hemos dejado a Dios? En que atajo de nuestras vidas lo hemos dejado abandonado? Por qué nos olvidamos de esta manera de nuestro Padre?

Son preguntas inquietantes porque las respuestas son difíciles de encontrar. Jesús advirtió a los discípulos que nos cuidáramos para que nadie nos engañe.

Esta tremenda advertencia la ignoramos con una facilitad tan grande, que esa ignorancia nos abre el camino para que el mundo y los falsos profetas ocupen un lugar que nunca deberían ocupar.

Estamos muy afanados con nuestros planes, nuestras ideas, contagiados por el mundo y sus dictados y absorbidos por las teologías de quienes buscan engañarnos con sus promesas de riquezas.

Por eso es que nos olvidamos de Dios. Hemos perdido el temor y el temblor del que  nos enseñaba Pablo y nos creemos tan autosuficientes como el mundo plantea la hegemonía del hombre por sobre todas las cosas.

Estamos comenzando a vivir horas cruciales sobre las que nos enseñó Jesús. De nosotros mismos depende que las afrontemos bajo su manto protector o quedar bajo la temeraria guarda de nuestras propias fuerzas.

Filipenses 2:12
Diego Acosta García

YO AGRADO…

Muchos de nosotros pasamos gran parte de nuestro tiempo intentando ser reconocidos por las personas que nos rodean, lo que podría llamarse como la aceptación social.

En esto ponemos tanto afán que vamos desdibujando nuestra propia personalidad y no somos lo que verdaderamente somos ni tampoco somos como los demás quieren que seamos.

Una frase afortunada nos puede sacar de este auténtico enredo acerca de esto de agradar. La frase destaca, que es una gran equivocación desear agradar a todas las personas.

Dice la frase: Muchos te amarán por la forma en que eres y muchos te odiarán por la misma razón. En otras palabras: el buscar recibir el reconocimiento de la sociedad es una tarea ardua e infructuosa.

Mucho más si lo relacionamos con las cuestiones espirituales, donde recibimos mensajes concretos con relación a este tema, comenzando por el propio Jesús que no recibió el reconocimiento de muchos de los suyos.

Del mismo modo debemos pensar que buscar agradar a todo el mundo, no solo es un propósito inalcanzable sino que revela que no tenemos afirmada nuestra condición de hijos de Dios.

No estamos en este mundo para agradar a las personas, ni para ser simpáticos y mucho menos para ser reconocidos. Estamos para influir al mundo con nuestro testimonio, aunque no digamos una sola palabra.

Gálatas 1:10
Diego Acosta García

LAS INTENCIONES

Hubo un tiempo en el que un grupo de hermanos estábamos afanados por trabajar más y más en nuestra congregación, tratando de lograr objetivos que nos habíamos marcado.

En ese afán no advertimos que nuestros esfuerzos buscaban más el reconocimiento de los hombres y de los líderes, que el hecho importante y trascendente de servir al Señor.

Confundimos lo importante con lo verdadero, de una manera tan grande que poco a poco nos fuimos alejando de las cuestiones espirituales para centrarnos solamente en el rendimiento del esfuerzo.

Esta situación se fue acentuando a medida que advertimos que otros hermanos también participaban de tareas similares a las nuestras y podría decirse que estábamos compitiendo entre nosotros.

Como siempre pasa, algunas personas advirtieron que tanto afán estaba resultando perjudicial, por contradictorio que pudiera parecer, puesto que nos apartamos entre otras cosas, de las reuniones de oración.

Habíamos suplantado el servicio auténtico por los objetivos que nos habíamos propuesto y lo trascendente de la misericordia y el amor, lo habíamos relegado.

En situaciones como estas donde lo aparente es más importante que lo sustancial, nunca debemos olvidar que el Señor conoce las intenciones de nuestro corazón.

Hebreos 4:12
Diego Acosta García

ENVIDIA

Una persona aseguró categóricamente: Yo no tengo envidia de nadie ni por nada. En ese momento quienes la escuchamos nos quedamos francamente sorprendidos.

Pero casi al momento recordamos cuantas veces esta misma persona había comentado con un cierto tono de frustración, que había otros hermanos que hacían menos y tenían más reconocimiento en la congregación.

En esas circunstancias confrontar su afirmación con su realidad hubiera hecho que la conversación tomara un rumbo no deseado con un final menos deseado todavía.

Luego de algunos días volvimos a conversar sobre el tema y le comentamos que era muy difícil que alguien pudiera afirmar que no sentía envidia por nada ni por nadie.

En el largo proceso de los creyentes hacia la perfección que es el modelo de Jesús, siempre habrá situaciones que nos hagan dudar e incluso que nos aparten momentáneamente del Camino.

Pero siempre volvemos porque la Gracia está sobre nosotros y nos ayuda a reflexionar sobre nuestra naturaleza humana y las reacciones que son propias de nuestra condición.

La persona escuchó estas reflexiones no como una acusación sino como una confesión de nuestra parte por los errores cometidos y también por los fallos evidentes que tenemos.

Coincidimos en ese momento en la necesidad de preservar nuestro corazón de todas las amenazas de nuestra carne, para que nada nos aparte del Señor con la ayuda imprescindible del Espíritu.

Proverbios 23:17
Diego Acosta García

RESPONSABILIDAD

Un joven creyente se preguntaba acerca de la responsabilidad que tenemos quienes nos llamamos hijos de Dios, con relación a todo lo que ocurre en un país.

Se preguntaba si éramos responsables por la corrupción, por la mala administración, por la falta de ayuda a quienes lo necesitan, por los matrimonios entre personas del mismo sexo.

La lista de asuntos que le preocupaban era más larga pero reflejaba el ánimo de quién con espíritu inquieto estaba confrontando la realidad con todo lo que se le había enseñado.

La respuesta global que le pudimos dar era que evidentemente teníamos la parte proporcional de la responsabilidad, según el número de creyentes que vivíamos en el país.

Entonces surgió otro interrogante: Y qué podemos hacer para asumir esa responsabilidad? Algunos se inclinan por participar de la vida política de la nación.

Otros en cambio proponemos acciones que están estrechamente ligadas con las enseñanzas de Jesús. La participación en la política significa asumir actitudes que podrían no estar de acuerdo con lo que creemos.

Frente a eso podemos levantar un clamor por los gobernantes para que reciban Sabiduría de lo Alto y modifiquen sus planteamientos, que los colocan en los peores lugares de la consideración social.

Está claro que no es tiempo para los indiferentes, así como también está claro que el Juicio vendrá sobre quienes gobiernan y sobre los gobernados que no asumen la responsabilidad de orar por quienes lo necesitan.

Mateo 20:25
Diego Acosta García

LA NECESIDAD

Seguramente todos sabemos Quién es nuestro Proveedor. Seguramente nadie duda acerca de esta realidad portentosa en nuestra vida de creyentes.

Pero qué ocurre cuando tenemos una necesidad urgente? Apelamos a todas nuestras posibilidades humanas, confiando en la ayuda de nuestros familiares o de nuestros amigos?
O apelamos a quién es el Dueño de todo el oro y de toda la plata del mundo?

Esta es la verdadera cuestión de la fe. En el momento de la dificultad extrema, a quién pedimos soluciones.

Podemos justificarnos que son muy humanas nuestras reacciones, pero son argumentos, porque como el Señor conoce nuestro corazón advertirá cuál es nuestra intención verdadera.

La necesidad transforma nuestra vida de una manera muy especial y nos olvidamos apremiados por la urgencia, como debemos obrar en la hora de la prueba.

Esta cuestión no es una mera especulación, porque seguramente muchos de nosotros hemos tenido problemas que parecen no tener solución y entonces la buscamos en donde sea.

En la hora de la necesidad debemos de tener el suficiente dominio propio como para recordar que el Señor nunca nos abandonará, que es nuestro Proveedor y que siempre cumplirá sus promesas.

Salmos 30:10
Diego Acosta García

AGRAVIOS

Hay quienes precisan consejería relacionada con hechos del pasado, que pueden sintetizarse en la vigencia en sus corazones de cosas que provocaron profundas raíces de amargura.

Dar consejo con un marco de dolor lindando con el odio es sumamente difícil y obliga a buscar en la Palabra los fundamentos de cualquier ayuda que se pueda ofrecer.

Los agravios del pasado se general habitualmente por permitir que una sabia reflexión sea desatendida y es la que nos advierte: Que se ponga el sol sobre tu enojo.

A partir de ese momento una situación que podría haberse superado con una conversación serena y honrada, se transforma en un complicado proceso que desemboca en cuestiones mayores.

Perdonar cuando el tiempo ha pasado sobre determinadas situaciones es mucho más difícil, porque le terrible semilla de la amargura ha tenido oportunidad de desarrollarse.

Debemos apelar entonces a la Sabiduría que viene de lo Alto para entender que el agravio tiene dolorosos efectos, sobre quienes los padecen y sobre quienes se proyectan.

Solamente el perdón sincero puede aliviar esta pesada carga del agravio, que es aún mayor si una de las personas ya no vive y queda la otra para recordarlo lo pasado.

No permitamos que los agravios sean el alimento de la raíz de amargura. Perdonemos tanto por lo que nos hicieron como por lo que nosotros pensamos. Y olvidemos, que es el reaseguro del perdón!

Hebreos 12:15
Diego Acosta García

INMISERICORDES

A lo largo de los años se ha ido consolidando una frase como si fuera absolutamente cierta y que deja en muy mala posición a los miembros de la especie humana.

Nos referimos a la frase que dice que el hombre es el mayor depredador de la naturaleza. Los animales en la mayoría de los casos, por ejemplo, matan por necesidad, pero el hombre mata por placer.

Es evidente que no todos los hombres matamos, pero si es verdad que hacemos algo tan grave y tan duro como el ser inmisericordes y precisamente con los semejantes.

Acaso no se nos dado el mandato de todo lo contrario, que tengamos misericordia por el prójimo? O tal vez interpretamos que es una opción? Sea como sea estamos rotundamente equivocados.

La falta de misericordia nos lleva a cometer actos que pueden resultar de extrema gravedad para otras personas y todo resulta más serio porque estamos obrando en el mundo espiritual.

Si no tenemos misericordia, como nos atrevemos a opinar o juzgar sobre la vida de los demás? Sobre sus obras o sobre sus comentarios u opiniones? O directamente sobre lo que hacen o dejar de hacer?

Debemos reflexionar sobre esta cuestión pues quién no tiene misericordia por el prójimo, difícilmente tendrá misericordia con su propia vida y esto nos aleja de todo lo grandioso que tiene el perdón del Señor.

Deuteronomio 7:9
Diego Acosta García