YO AGRADO…

Muchos de nosotros pasamos gran parte de nuestro tiempo intentando ser reconocidos por las personas que nos rodean, lo que podría llamarse como la aceptación social.

En esto ponemos tanto afán que vamos desdibujando nuestra propia personalidad y no somos lo que verdaderamente somos ni tampoco somos como los demás quieren que seamos.

Una frase afortunada nos puede sacar de este auténtico enredo acerca de esto de agradar. La frase destaca, que es una gran equivocación desear agradar a todas las personas.

Dice la frase: Muchos te amarán por la forma en que eres y muchos te odiarán por la misma razón. En otras palabras: el buscar recibir el reconocimiento de la sociedad es una tarea ardua e infructuosa.

Mucho más si lo relacionamos con las cuestiones espirituales, donde recibimos mensajes concretos con relación a este tema, comenzando por el propio Jesús que no recibió el reconocimiento de muchos de los suyos.

Del mismo modo debemos pensar que buscar agradar a todo el mundo, no solo es un propósito inalcanzable sino que revela que no tenemos afirmada nuestra condición de hijos de Dios.

No estamos en este mundo para agradar a las personas, ni para ser simpáticos y mucho menos para ser reconocidos. Estamos para influir al mundo con nuestro testimonio, aunque no digamos una sola palabra.

Gálatas 1:10
Diego Acosta García

LAS INTENCIONES

Hubo un tiempo en el que un grupo de hermanos estábamos afanados por trabajar más y más en nuestra congregación, tratando de lograr objetivos que nos habíamos marcado.

En ese afán no advertimos que nuestros esfuerzos buscaban más el reconocimiento de los hombres y de los líderes, que el hecho importante y trascendente de servir al Señor.

Confundimos lo importante con lo verdadero, de una manera tan grande que poco a poco nos fuimos alejando de las cuestiones espirituales para centrarnos solamente en el rendimiento del esfuerzo.

Esta situación se fue acentuando a medida que advertimos que otros hermanos también participaban de tareas similares a las nuestras y podría decirse que estábamos compitiendo entre nosotros.

Como siempre pasa, algunas personas advirtieron que tanto afán estaba resultando perjudicial, por contradictorio que pudiera parecer, puesto que nos apartamos entre otras cosas, de las reuniones de oración.

Habíamos suplantado el servicio auténtico por los objetivos que nos habíamos propuesto y lo trascendente de la misericordia y el amor, lo habíamos relegado.

En situaciones como estas donde lo aparente es más importante que lo sustancial, nunca debemos olvidar que el Señor conoce las intenciones de nuestro corazón.

Hebreos 4:12
Diego Acosta García

ENVIDIA

Una persona aseguró categóricamente: Yo no tengo envidia de nadie ni por nada. En ese momento quienes la escuchamos nos quedamos francamente sorprendidos.

Pero casi al momento recordamos cuantas veces esta misma persona había comentado con un cierto tono de frustración, que había otros hermanos que hacían menos y tenían más reconocimiento en la congregación.

En esas circunstancias confrontar su afirmación con su realidad hubiera hecho que la conversación tomara un rumbo no deseado con un final menos deseado todavía.

Luego de algunos días volvimos a conversar sobre el tema y le comentamos que era muy difícil que alguien pudiera afirmar que no sentía envidia por nada ni por nadie.

En el largo proceso de los creyentes hacia la perfección que es el modelo de Jesús, siempre habrá situaciones que nos hagan dudar e incluso que nos aparten momentáneamente del Camino.

Pero siempre volvemos porque la Gracia está sobre nosotros y nos ayuda a reflexionar sobre nuestra naturaleza humana y las reacciones que son propias de nuestra condición.

La persona escuchó estas reflexiones no como una acusación sino como una confesión de nuestra parte por los errores cometidos y también por los fallos evidentes que tenemos.

Coincidimos en ese momento en la necesidad de preservar nuestro corazón de todas las amenazas de nuestra carne, para que nada nos aparte del Señor con la ayuda imprescindible del Espíritu.

Proverbios 23:17
Diego Acosta García

RESPONSABILIDAD

Un joven creyente se preguntaba acerca de la responsabilidad que tenemos quienes nos llamamos hijos de Dios, con relación a todo lo que ocurre en un país.

Se preguntaba si éramos responsables por la corrupción, por la mala administración, por la falta de ayuda a quienes lo necesitan, por los matrimonios entre personas del mismo sexo.

La lista de asuntos que le preocupaban era más larga pero reflejaba el ánimo de quién con espíritu inquieto estaba confrontando la realidad con todo lo que se le había enseñado.

La respuesta global que le pudimos dar era que evidentemente teníamos la parte proporcional de la responsabilidad, según el número de creyentes que vivíamos en el país.

Entonces surgió otro interrogante: Y qué podemos hacer para asumir esa responsabilidad? Algunos se inclinan por participar de la vida política de la nación.

Otros en cambio proponemos acciones que están estrechamente ligadas con las enseñanzas de Jesús. La participación en la política significa asumir actitudes que podrían no estar de acuerdo con lo que creemos.

Frente a eso podemos levantar un clamor por los gobernantes para que reciban Sabiduría de lo Alto y modifiquen sus planteamientos, que los colocan en los peores lugares de la consideración social.

Está claro que no es tiempo para los indiferentes, así como también está claro que el Juicio vendrá sobre quienes gobiernan y sobre los gobernados que no asumen la responsabilidad de orar por quienes lo necesitan.

Mateo 20:25
Diego Acosta García

LA NECESIDAD

Seguramente todos sabemos Quién es nuestro Proveedor. Seguramente nadie duda acerca de esta realidad portentosa en nuestra vida de creyentes.

Pero qué ocurre cuando tenemos una necesidad urgente? Apelamos a todas nuestras posibilidades humanas, confiando en la ayuda de nuestros familiares o de nuestros amigos?
O apelamos a quién es el Dueño de todo el oro y de toda la plata del mundo?

Esta es la verdadera cuestión de la fe. En el momento de la dificultad extrema, a quién pedimos soluciones.

Podemos justificarnos que son muy humanas nuestras reacciones, pero son argumentos, porque como el Señor conoce nuestro corazón advertirá cuál es nuestra intención verdadera.

La necesidad transforma nuestra vida de una manera muy especial y nos olvidamos apremiados por la urgencia, como debemos obrar en la hora de la prueba.

Esta cuestión no es una mera especulación, porque seguramente muchos de nosotros hemos tenido problemas que parecen no tener solución y entonces la buscamos en donde sea.

En la hora de la necesidad debemos de tener el suficiente dominio propio como para recordar que el Señor nunca nos abandonará, que es nuestro Proveedor y que siempre cumplirá sus promesas.

Salmos 30:10
Diego Acosta García

AGRAVIOS

Hay quienes precisan consejería relacionada con hechos del pasado, que pueden sintetizarse en la vigencia en sus corazones de cosas que provocaron profundas raíces de amargura.

Dar consejo con un marco de dolor lindando con el odio es sumamente difícil y obliga a buscar en la Palabra los fundamentos de cualquier ayuda que se pueda ofrecer.

Los agravios del pasado se general habitualmente por permitir que una sabia reflexión sea desatendida y es la que nos advierte: Que se ponga el sol sobre tu enojo.

A partir de ese momento una situación que podría haberse superado con una conversación serena y honrada, se transforma en un complicado proceso que desemboca en cuestiones mayores.

Perdonar cuando el tiempo ha pasado sobre determinadas situaciones es mucho más difícil, porque le terrible semilla de la amargura ha tenido oportunidad de desarrollarse.

Debemos apelar entonces a la Sabiduría que viene de lo Alto para entender que el agravio tiene dolorosos efectos, sobre quienes los padecen y sobre quienes se proyectan.

Solamente el perdón sincero puede aliviar esta pesada carga del agravio, que es aún mayor si una de las personas ya no vive y queda la otra para recordarlo lo pasado.

No permitamos que los agravios sean el alimento de la raíz de amargura. Perdonemos tanto por lo que nos hicieron como por lo que nosotros pensamos. Y olvidemos, que es el reaseguro del perdón!

Hebreos 12:15
Diego Acosta García

INMISERICORDES

A lo largo de los años se ha ido consolidando una frase como si fuera absolutamente cierta y que deja en muy mala posición a los miembros de la especie humana.

Nos referimos a la frase que dice que el hombre es el mayor depredador de la naturaleza. Los animales en la mayoría de los casos, por ejemplo, matan por necesidad, pero el hombre mata por placer.

Es evidente que no todos los hombres matamos, pero si es verdad que hacemos algo tan grave y tan duro como el ser inmisericordes y precisamente con los semejantes.

Acaso no se nos dado el mandato de todo lo contrario, que tengamos misericordia por el prójimo? O tal vez interpretamos que es una opción? Sea como sea estamos rotundamente equivocados.

La falta de misericordia nos lleva a cometer actos que pueden resultar de extrema gravedad para otras personas y todo resulta más serio porque estamos obrando en el mundo espiritual.

Si no tenemos misericordia, como nos atrevemos a opinar o juzgar sobre la vida de los demás? Sobre sus obras o sobre sus comentarios u opiniones? O directamente sobre lo que hacen o dejar de hacer?

Debemos reflexionar sobre esta cuestión pues quién no tiene misericordia por el prójimo, difícilmente tendrá misericordia con su propia vida y esto nos aleja de todo lo grandioso que tiene el perdón del Señor.

Deuteronomio 7:9
Diego Acosta García

EL DINERO

Escuchamos como una niña pequeña le preguntaba a su padre: Tú tienes dinero? El padre le respondió: No, tengo el dinero que me gano con mi trabajo. Y la niña insistió: Eres pobre? El padre le contestó: Si.

El dinero se convierte en tema de conversación y el centro de la vida de muchas personas. Es tan valioso el dinero? En realidad el dinero es un papel con valor numérico impreso.

Cuando le echamos al dinero todas las culpas por lo que ocurre en la sociedad, en realidad deberíamos hacer lo contrario y cargar con las culpas al valor que le damos al dinero.

Ese es el verdadero valor del dinero: la importancia que le concedemos y como nos afecta tenerlo o no tenerlo en la cantidad que deseamos. Porque el dinero en sí mismo, es un billete con valores determinados.

Pero ocurre que el valor que le concedemos es tan grande, que es capaz de convertirse en teología en las iglesias, de corromper a quienes lo poseen y de enloquecer a quienes lo ansían.

No hagamos del dinero la razón de nuestra vida, tanto sea porque lo tengamos en cantidad o porque nos falte. No olvidemos que el Señor es el Proveedor y nada nos faltará.

Eclesiastés 5:10
Diego Acosta García

INFLUYENTES o INFLUIDOS

Con cierto desasosiego una persona reflexionaba acerca del estado de su congregación, preocupada por la creciente influencia del mundo en muchas de las actividades que se desarrollaban.

Esa peligrosa influencia del mundo en el interior de una congregación, no solo debe ser evitada sino que debe ser enfrentada con la mayor prudencia y con la máxima firmeza.

No se trata de provocar un mal mayor que el que combatimos. Se trata de recuperar la orientación que dejó Jesús a su Cuerpo, para que entre todos nos hagamos responsables del futuro.

La mala influencia mundana se filtra en las congregaciones, porque cada uno de nosotros va permitiendo en su vida privada que el mundo también haga su trabajo.

Por esta razón es que no nos sorprende que en la congregación se hagan y se digan cosas, que en nuestra vida personal hacemos y decimos cada vez con mayor naturalidad.

Estamos llegando al tiempo en el que el amor de muchos se enfriará y es necesario que recordemos esta advertencia de Jesús, para que nada nos sorprenda y nos afecte.

Muestra misión es permanecer fieles al mandamiento que recibimos, aunque a nuestro alrededor las malas influencias causen estragos. A cada uno se le reclamará su parte de responsabilidad.

Isaías 18:3
Diego Acosta García

LOS PLANES

Hace un tiempo estuvimos recordando cuando invertíamos largas horas en trazar planes minuciosos, detallados y precisos acerca de lo que queríamos hacer en la Iglesia.

Eran tan notables que muchos de nosotros los comenzamos a adoptar en nuestras actividades personales, porque teníamos el convencimiento de que eran una buena forma de vivir.

Lo cierto es que casi nunca se cumplían Y nos preguntábamos: Como es posible que nuestros planes no se cumplan si estamos trabajando para Dios? Y eso era verdad, aunque una verdad parcial.

La verdad era que los planes eran para trabajar para Dios, pero eran nuestros planes no los planes del Señor. Los planes eran el resultado de nuestro esfuerzo y nuestra capacidad.

Los continuos fracasos nos hicieron reflexionar sobre la necesidad urgente de cambiar de actitud y ver el error que cometíamos. Llegamos a la conclusión que mientras nos afanábamos en los planes, habíamos dejado de orar.

Nuestra diligencia se había centrado en lo accesorio y nos habíamos olvidado de lo principal. Cuánto más eficientes éramos más nos alejábamos del Señor.

No caigamos en el error de trabajar sin orar, de elaborar planes sin saber que lo que planeamos tiene la complacencia del Señor, porque nos convertiremos en buenos trabajadores y malos creyentes.

Lucas 12:25
Diego Acosta García