CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Abraham se levantó muy de mañana, ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus siervos y a Isaac, su hijo. Después cortó leña para el holocausto, se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho. Génesis 22.3
La fe debe ser una de las cualidades que distingue al creyente. Existe, sin embargo, bastante confusión acerca de este tema. Para muchos la fe no es más que un deseo de que las cosas salgan bien. Es la esperanza de que las circunstancias se resuelvan favorablemente y que las dificultades no nos afecten demasiado. Una exhortación que escuchamos con cierta frecuencia es la de hacer las cosas con más fe, lo que delata una convicción de que la fe se refiere a manifestar mayor entusiasmo en los emprendimientos.
Este pasaje nos da una clara idea que la fe es algo enteramente diferente. Las instrucciones de Dios, que llamaban a Abraham a ofrecer en sacrificio a su único hijo, Isaac, le posicionaban en el centro de lo que podría ser una profunda crisis personal. La noche que pasaría debe haber sido una interminable agonía, mientras Abraham luchaba con las reacciones naturales a esta petición. ¿Cómo podía este gran Dios pedirle el hijo que tantos años había esperado, que Él mismo había prometido?
Sin embargo, Abraham no permitió que sus emociones fueran el factor decisivo en su comportamiento. Entendía somos llamados a la obediencia, aun cuando no entiende lo que el Señor está haciendo ni el porqué de las circunstancias en las cuales se encuentra.
Veamos la abundancia de verbos en el versículo: se levantó, preparó, tomó, cortó, salió, y fue. Sin importar la magnitud de su angustia, el padre de la fe comenzó muy de mañana con los pasos necesarios para hacer lo que se le había mandado, mostrando, de esta manera, lo que es la esencia de la fe.
La fe es una convicción profunda en la fidelidad de Dios, que conduce a la acción. Es la certeza de que, no importa cuán contradictorias y difíciles sean las circunstancias, Dios no se verá limitado en su propósito de cumplir su Palabra. En este caso, según el autor de Hebreos, Abraham creía que Dios era «poderoso para levantar a Isaac aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir» (Hebreos 11.19).
Estos son tiempos en los cuales podemos vernos constantemente rodeados de crisis, tiempos difíciles. Si esperamos que Dios actúe, nosotros debemos mostrar esa misma confianza en Su bondad, evidenciada en acciones concretas que no pierden tiempo en dudas, vacilaciones, ni argumentaciones.
La fe no es la seguridad que Dios hará lo que nosotros deseamos, sino la certeza que Dios hará lo correcto, pues su voluntad es agradable y perfecta.
José Gilabert – España
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