Frívolamente el mundo recuerda que para el hemisferio norte comienza el otoño y que para el sur, la primavera.
Nadie recuerda que esta certeza que tenemos los humanos, deriva de la promesa que Dios hizo a Noé tras el diluvio.
Dijo Jehová: No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre y estableció las estaciones, definiendo las más extremas, el frío y el calor, según podemos leer en el Octavo Capítulo del Libro de Génesis.
Es trascendente que recordemos, aunque se trate de cuestiones aparentemente sin importancia, que todo lo que vemos y lo que desconocemos es Obra del Eterno.
En estas horas el pueblo judío conmemora el Yom Kippur, una de las fechas más importantes, de alto contenido espiritual y de gran recogimiento.
Es el día en el que cada hombre y cada mujer, se humillan delante del Eterno para pedir perdón por los pecados cometidos y para clamar por la expiación.
De allí el alto significado que tiene la fecha en el que cada persona hace confesión íntima ante el Altísimo de todos los errores cometidos, grandes o pequeños.
Se ponen así de manifiesto ante el Todopoderoso el sentimiento de egoísmo que está en el corazón de cada hombre y mujer, que se traduce en sacar provecho del prójimo en cualquier circunstancia.
Yom Kippur es también un día de ayuno, como para refrendar con el control de la carne todo aquello que se busca mejorar en el espíritu.
Quienes no somos judíos pero aspiramos a compartir las promesas de Jehová a Abraham, deberíamos considerar seriamente para nuestras vidas el significado de esta fecha tan especial, para humillarnos y pedir perdón por nuestras malas obras.
Provoca mucha tristeza en mi ánimo, comprobar cómo hay personas que ante la menor dificultad dejan de esforzarse y cumplir con lo que deben.
Esto es fácilmente verificable en el mundo, pero también tristemente entre quienes nos llamamos hijos de Dios y por lo tanto es doblemente más grave.
Por qué abandonamos los propósitos que tenemos que cumplir?
Esta pregunta y su respuesta están en relación directa con nuestro crecimiento espiritual, que al verse sometido a la menor presión, no resiste la prueba.
Estoy verdaderamente preparado para la adversidad?
Puede que sorprenda este interrogante, pero resulta fundamental plantearlo porque es la mejor manera de probar que soy un hijo de Dios y que estoy en condiciones de afrontar todo lo que eso significa.
No voy a dejar de hacer lo que tengo la convicción que debo hacer, solo porque tengo una dificultad. Precisamente para eso y por eso, por mis humanas debilidades, cuento con la fortaleza y el apoyo de Dios y de su Hijo.
No estoy solo frente a la adversidad!
Sabiendo y creyendo en esto, seré fiel a lo que se me ha mandado y el Eterno no pondrá en otras manos, lo que le encomendó a las mías.
Mi parte del Plan del Altísimo, la cumpliré yo!
Proverbios 16:3
Encomienda a Jehová tus obras, Y tus pensamientos serán afirmados.
Es evidente que la indolencia como forma de vida, no es buena, sino todo lo contrario porque lleva a desaprovechar todas las circunstancias favorables que se puedan presentar.
Es casi obvio, el riesgo de la indolencia!
Pero si llevamos esta forma de comportamiento con la vida espiritual, la cuestión es infinitamente más grave, porque no solo afecta nuestra vida presente, sino la vida eterna.
Esta reflexión es casi una constante en mi vida cotidiana, porque pienso que cosas hago y cuántas otras dejo de hacer, exclusivamente por mi falta de rigor.
No se trata de exaltar el hacer por el hacer mismo, sino de ser cumplidor de todo aquello que Dios ha puesto en mi mano para hacer.
Está claro que no me será demandado aquello que supere mis fuerzas o capacidades, sencillamente porque nunca me será pedido.
Pero si se me demandará todo aquello que estuvo en mi mano y por indolencia pura, dejé de hacer, comprometiendo así una parte de la Obra del Eterno.
Luchemos contra la indolencia, contra el conformismo, contra la desidia. El premio es demasiado grande como para no intentarlo!
Jeremías 48:10
Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová,
y maldito el que detuviere de la sangre su espada.
Jeremias 48:10
Maldito aquele que fizer a obra do Senhor fraudulentamente!
E maldito aquele que preserva a sua espada do sangue!
He invertido muchas horas de mi vida reciente, elaborando una cuidadosa planificación sobre mis actividades y compromisos futuros.
Lo cierto es que estaba bastante satisfecho con los resultados, porque creía que se ajustaban a algunos tiempos que consideraba ideales.
Y como siempre, yo propuse y Dios dispuso!
Así decía mi abuela: El hombre propone y el Eterno dispone!
A pesar de los años de haberlo escuchado, persevero en el afán de tratar de dominar los hechos y los tiempos, olvidando que el Altísimo es quién tiene la definitiva Autoridad.
También, como siempre ocurre, mis planes eran simples pensamientos de hombre, mientras que los planes de Dios eran perfectos.
Lo mejor que se podía hacer!
Queda este pequeño testimonio para recordarme y para recordar a quién quiera tomarlo como propio, que por mucho que planifiquemos, inevitablemente la Palabra final es del Supremo.
Debiéndose recordar que también es posible no tomar en cuenta sus decisiones, pero es absolutamente necesario hacerse cargo de las consecuencias.
Mi abuela materna, queda honrada con la veracidad de sus dichos!
Proverbios 16:3
Encomienda a Jehová tus obras, Y tus pensamientos serán afirmados.
Qué difícil es ser coherente con nuestras propias opiniones o decisiones. Un día confiamos y otro des-confiamos.
No es un juego de palabras, es simplemente una forma de actuar que tiene una raíz muy profunda: NO termino de confiar en el Señor!
Tal vez sea una situación parecida a la que vivió Pedro cuando caminó sobre las aguas. Mientras las circunstancias del tiempo no lo atemorizaron, confió.
Este ir y venir de una posición a la otra, me llena de desconcierto y también de incertidumbre, porque no termino de acreditar ni en mis propias decisiones.
He aprendido que orando primero y obrando después, muchos de estos problemas quedan eliminados, aunque mi propia falta de fe me lleve a hacer girar la rueda en un movimiento que parece no tener fin.
Me he prometido ser fiel y una vez tomada una decisión basada en lo que creo que el Eterno ha dispuesto, no volver a pensar en nada y seguir el rumbo indicado.
Confiar, no es des-confiar. Y lamentablemente, no es un juego de palabras!