Jesús siempre habló de manera categórica, para que podamos entender la importancia de sus mandatos.
Nunca se perdió en la vana palabrería que nos caracteriza, especialmente cuando se trata de cuestiones trascendentes.
Buscamos la manera de decir las cosas, con más suavidad, edulcoradas, se diría en términos coloquiales.
Esto revela que en la naturaleza humana prevalece más el sentido de la conveniencia o quizás el de la supervivencia, que la necesidad de transmitir mensajes claros y rotundos.
Pero Jesús habló con Autoridad y nos dio un mandato: VELAD!
Sin ninguna clase de adornos ni otros términos que puedan suavizar la gravedad de la situación, que exige que estemos atentos.
Este mandato tuvo vigencia en su Ministerio Terrenal y también en nuestros días, donde la maldad se enseñorea en la Tierra y en los hombres.
Cada día quedamos perplejos ante la infinita capacidad de la sociedad de perversiones inimaginables y lo que es peor, que las aceptamos con una dosis de fatalismo que resulta incompatible con nuestra condición de hijos de Dios.
Por qué ese fatalismo?
Simplemente porque nos avergonzamos del Evangelio y porque tenemos miedo de que la sociedad obre contra nosotros.
O porque tenemos miedo a que las fuerzas del mal vengan contra nosotros, por oponernos a sus obras que enfrentan el Poder de Dios.
Por eso debemos estar más que atentos, escudriñando cada frase, cada hecho. Debemos tener la actitud de VELAR en todos los momentos y en todas las circunstancias.
Sin temor y sin dudas. Es la única manera de enfrentar el mal y para que no nos afecten los hacedores de maldad.
Apocalipsis 3:3
PT – Lembra-te, pois, do que tens recebido e ouvido, e guarda-o, e arrepende-te. E, se não vigiares, virei sobre ti como um ladrão, e não saberás a que hora sobre ti virei.
ES – Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Diego Acosta / Neide Ferreira