La confrontación de Juan el Bautista con los fariseos y saduceos, tuvo a Abraham por protagonista, tras reclamarles que dieran frutos de arrepentimiento.
MATEO 3:8 La condición de hijos del Patriarca que podían esgrimir quienes se oponían a Juan, quedó rápidamente desvirtuada cuando les dijo que Dios podía levantar de las piedras que bordeaban el Jordán hijos de Abraham.
Con esta declaración, estaba dejando en claro que los hijos de Abraham, no eran los descendientes naturales de él, sino aquellos que fueran ejemplares en el seguimiento de la fe y creyeran y cumplieran la Palabra de Dios.
Pablo dejó explicada magistralmente esta cuestión en su Carta a los Romanos en el capítulo 4 del 13-16: 13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.
La confianza que tenían los fariseos y saduceos en su descendencia física, provocaba su muerte espiritual, ya que se apartaban de la fe en Dios.
Y si ponían su confianza en la Ley para ser herederos, convertían en vana la fe y por tanto quedaba anulada la Promesa que el Eterno formuló a Abraham.
Por tanto era la Justicia de la Fe la que conferió a Abraham y su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo. Que sea así, por Fe es para que sea por Gracia, abarcando a los de la Ley y a los que tienen la Fe de Abraham.
Diego Acosta