OCTAVA PLAGA – I

ESCUDRIÑAR

El enfrentamiento de Faraón con Jehová comenzó a llegar a su final con el desarrollo de la octava plaga. Jehová mandó a Moisés, junto a su hermano Aarón, para que fueran a la corte con un fin específico.

El Todopoderoso anunció a sus enviados que había endurecido el corazón de Faraón y el de sus siervos, para demostrarles quién era ÉL que se revelaba a través de sus señales.

Esta vez las palabras de Moisés fueron categóricas: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.  La pregunta de Jehová tenía el agregado de la advertencia: Si no se permitía que los israelíes se fueran, enviaría al día siguiente sobre Egipto la langosta.

Las consecuencias serían tremendas: las langostas cubrirían toda la tierra y comerían todo lo que escapó de los daños de la anterior   plaga de granizo.

Además llenarían las casas de Faraón, la de los siervos y las de todos los egipcios, como nunca vieron los ojos de sus padres y abuelos, como nunca hasta hoy. Tras el anuncio se retiraron.

Entonces por primera vez los siervos de Faraón intervinieron para pedirle que aceptara los reclamos de Jehová para que no continuara la destrucción de Egipto.

Faraón aceptó e hizo llamar a Moisés y Aarón y les preguntó quienes serían los que se irían y la respuesta fue que serían los niños, los viejos, sus hijos e hijas, además de las ovejas y vacas para celebrar la fiesta solemne de Jehová.

Ante ello reaccionó Faraón anunciándoles que solamente permitiría que salieran los hombres, sin acceder a que también lo hicieran los niños. De esta manera pretendió asegurarse que regresarían tras la adoración a Jehová, rompiendo el acuerdo y desencadenando la octava plaga.

Diego Acosta