Jesús nos mandó a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra…!
A toda persona…!
Pero, es lo que hacemos?
Qué es lo que predicamos, que Evangelio llevamos, a quienes lo brindamos?
Es necesario que cómo punto de inicio para una reflexión, hagamos un acto de sinceridad profunda, primero con nosotros mismos.
Más de una vez me he preguntado: Qué estoy predicando?
Estoy predicando la Verdad de Jesús o lo que personalmente interpreto como verdad?
Estoy predicando que Jesús es la Luz del mundo o estoy interpretando que es la luz de la qué nos habló el Hijo del Hombre?
Estoy predicando sobre el valor de la Sal que habló Jesús o de lo que creo que es la salda para el mundo?
Qué estoy predicando?
Es hora que seamos más que honestos y pensar, como intento hacerlo, acerca del valor de mis palabras confrontadas con la Palabra de Dios.
No basta con las buenas intenciones, debo ser fiel al mandato de Jesús, pero sin los condicionantes que como hombre me planteo.
No debo agradar a nadie!
No debo ser obsecuente con nadie!
No debo aceptar condiciones de nadie!
La Única fuente de inspiración la predicación debe ser el Espíritu!
No debo caer en el chantaje personal, de condicionar lo que supuestamente presento como mensaje, bajo el peso de mis intereses, de mis conveniencias o de mis necesidades.
Predicar como nos mandó Jesús, significa alejarnos del mundo y acercarnos al Reino!
Todo lo demás será un triste remedo de los fariseos, que decían una cosa y hacían otras.
1 Corintios 1:17
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
Diego Acosta / Neide Ferreira