CADA UNO…
CONGREGACIÓN
SÉPTIMOMILENIO
Los grandes hombres de la Biblia, dejaron trascendentes enseñanzas inspirados por el Espíritu Santo que es quién concede la Sabiduría que viene de lo Alto.
Los hombres, en cambio, participamos en la diaria batalla por vivir en el mundo, lleno de acechanzas, tentaciones de todo tipo y también con trampas y atajos que supuestamente son los mejores caminos…hacia la nada o hacia la pérdida de todo.
La diferencia entre los hombres inspirados y cada uno de nosotros, es que ellos fueron capaces de advertir la Obra del Espíritu y en cambio los menos sabios, somos incapaces de percibir siquiera su presencia poderosa.
A esto debemos agregarle la natural tendencia a comparar situaciones o personas, tratando de encontrar referencias que nunca serán halladas, por la sencilla razón de que somos joyas únicas del Creador.
Por tanto difícilmente podremos comparar la vida de nuestro amigo o de nuestra esposa, con la propia, porque al ser diferentes las conclusiones necesariamente serán distintas.
Por esta razón es que la Palabra de Dios nos enseña que cada uno tiene su llamado, que para la vida de todos hay un Propósito, que es especial y único en cada caso.
Llegar a esta clase de conclusiones puede muy difícil e incluso llevarnos mucho tiempo, porque nuestros afanes nos impiden detenernos a pensar, a reflexionar acerca de las cuestiones superiores de la vida.
Incluso hasta en eso nos equivocamos, porque por mucho que nos empeñemos, nos afanemos e incluso nos angustiemos, todo será como lo ha dispuesto el Eterno.
Su Amor y Misericordia podrá aliviarnos de algunos pesares, pero su Plan se cumplirá porque su Omnipotencia es la que determina como será cada situación y la suma de todas ellas, que llamamos…vida.
Por esto Jesús nos dijo que quién quiera seguirlo que tome su propia cruz, la personal y no la de ninguna otra persona. Esta cruz que debemos llevar sobre nosotros, es la que nos ha sido asignada desde el Principio.
Por eso cada uno, debe ocuparse de su propia vida y tener siempre como Guía, que el Señor nos mandó a amar al prójimo, hasta el enemigo y esto significa llevar siempre el Mensaje de Salvación.
Debemos hacerlo, como Dios lo ha establecido, para cada hombre y cada mujer, para cada uno.
Diego Acosta / Neide Ferreira