llevar la carga

LLEVAR LA CARGA

LLEVAR LA CARGA

El Hijo del Hombre abundó en los conceptos relacionados con su Mandato sobre el Amor.

MATEO 5:41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.  Estas palabras que puedan resultar extrañas en nuestro tiempo, tenían en la época de los contemporáneos del Hijo del Hombre, mucho sentido y realismo.

Israel estaba sometida al rigor del mandato del imperio romano, que era sumamente duro con los habitantes de la provincia de Palestina, como lo demuestra la autoridad que se había conferido a los soldados que garantizaban el orden.

Cualquiera de ellos, aún los de la categoría más baja, podía mandar a que una persona llevara su carga por el término de una milla, es decir aproximadamente 1.600 metros.

Jesús mandó que en lugar de rebelarse contra esta orden, no solo que debía ser acatada sino que se debía elevar su cumplimiento hasta las dos millas, es decir 3.200 metros.

Este tipo de sitación es el que explica por qué los soldados romanos, ordenaron a Simón de Cirene, a cargar con la Cruz que portó Jesús durante la marcha hacia su crucifixión.

Recordemos Mateo 27:32: Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz. Como era una orden de un soldado del imperio, era de obligado cumplimiento, tal y como ocurrió.

Aplicado a nuestros tiempos, el concepto significa que debemos estar dispuestos siempre en todo momento y circunstancia, al servicio ilimitado.

Diego Acosta

amigos o conocidos

AMIGOS O CONOCIDOS

EL ABUELO SALOMÓN

En cierta ocasión me encontré casi en la necesidad de hacer una especie de recuento relacionado con mis amigos. Y me llevé una gran sorpresa.

Estaba ante una situación complicada y me hice un listado imaginario y resultó que las personas a las que consideraba mis amigos, por diferentes razones no eran tantos como me había imaginado.

Y ahí descubrí la diferencia que existe entre amigos y conocidos. Gente con las que tenía trato, eran bastantes, pero aquellos a los que podía abrir mi corazón muy pocos.

A tal punto llegó esta especie de análisis desapasionado, que en mi mente comenzó a perfilarse la idea de que me había equivocado en mi planteamiento.

No tengo en realidad, prácticamente a nadie a quién considerar verdaderamente mi amigo. Y esto me llenó de tristeza, porque no pude encontrar con quién compartir mis momentos de dudas.

O a lo mejor, me había equivocado a quién debía buscar.

Diego Acosta