Tanto en la alegría como en la aflicción, nuestro ánimo sufre peligrosos movimientos que nos llevan desde sentirnos poderosos hasta hundirnos en la depresión.
Por qué nos comportamos de esta manera?
Creemos que por falta de confianza en el Todopoderoso, porque ignoramos tanto en un caso como en el otro, que ÉL sabe qué cosas somos capaces de soportar.
Si nos sentimos hombres especiales o si nos angustiamos hasta casi lo infinito, sencillamente es porque está fallando nuestra percepción de quién es realmente Dios.
Nunca podríamos creernos seres superiores, si tuviéramos la verdadera perspectiva de quién nos ha Creado. Del mismo modo tampoco deberíamos hundirnos por el dolor.
Cuando afirmamos que Dios Sabe la medida de nuestra capacidad tanto para la alegría como para el sufrimiento, tenemos plena conciencia de su Poder.
ÉL nos ha prometido que nunca tendremos más de lo que podamos soportar. Entonces por qué reaccionamos perdiendo la calma?
Las flores forman parte de la maravillosa e Infinita Obra del Señor. Su propósito es alegrar nuestra vida, nuestro espíritu. Demos gracias al Señor por su Propósito. LA CREACIÓN
¡Gracia y Paz, una vez más, os sean multiplicadas por el pleno conocimiento del Señor Jesús! Nuestro tema de hoy es la Alegría. Empiezo preguntando: ¿Debe el salvo en Cristo ser una persona feliz o una persona triste? ¿Es Dios un Ser feliz o triste? ¿Era Jesús, como Hombre, feliz o triste? El gozo de los salvos es distinto al de los impíos. Nuestro gozo viene del Espíritu Santo, no de las bromas televisivas, ni de la prosperidad material, ni de la salud o de los chistes de los hombres. Considerando que una persona con rostro alegre expresa el gozo de la salvación, y tal gozo atrae a las personas y es testimonio de vida, ¿por qué vivimos tristes, ceñudos y con la cara seria? Pensemos en el gozo de Dios. Por ejemplo, en la parábola del hijo pródigo, cuando el hijo volvió a casa, ¡qué alegría hubo en esa casa! Qué alegría en el cielo, dice la Biblia, cuando un pecador se arrepiente. Cuando nació Jesús, los ángeles saludaron a los pastores diciendo: «¡He aquí, os traigo buenas nuevas de gran alegría!». Apocalipsis 19:7 habla de regocijo en el cielo por las bodas del Cordero. Naturalmente será una alegría tremenda, la de esa fiesta. ¿Por qué debemos estar alegres? ¡Porque hemos sido convertidos en hijos de Dios! Esta es la bendición principal. Transformados por el nuevo nacimiento, por supuesto. Gritemos con alegría: «Somos hijos de Dios, no solo siervos». Hijos del Gran Dios Altísimo. Somos hijos de Aquel que es más grande que el sol, la luna y los vientos, sean suaves o los grandes tifones. Ya sean tornados o tormentas. Somos hijos del Creador de océanos y mares, ríos y montañas. De los más bellos bosques y flores. Él más grande que el oro, más grande que la plata y las piedras preciosas, porque fueron creadas por Él. Mayor que el poder de las bombas nucleares y las guerras. Mayor que cualquier poder social y económico del mundo. En resumen: somos, además de hijos, coherederos con Cristo de todas las cosas en el cielo. Por qué, entonces, no proclamar a todo pulmón: somos poderosos por Dios, y el futuro es de Cristo y nuestro también. Sí, lo somos no por mérito propio, es cierto, sino por la inconmensurable gracia divina. Vivimos en un mundo gris y triste, contaminado, amenazante. Un mundo de disputas y guerras, de millones de abandonados y fugitivos de sus propios países, de podredumbre moral y social. Pero nosotros somos, como Iglesia de Cristo, hijos adoptivos y eternos del Gran Dios. Así que estemos alegres y mostremos alegría. Porque ella es nuestra fuerza y la puerta que se abre a este mundo desabrido y triste. Y es también una forma de predicar el Evangelio. Jesús fue ciertamente una persona alegre, cuando fue hombre, con semblante alegre. Por lo tanto, incluso los niños y los adultos, que temen a los desabridos, se sienten atraídos por Él. ¿Quieres ganar almas para Cristo? Además de predicar la Palabra, gózate también en las aflicciones y tribulaciones. El Evangelio significa “Noticia de gran alegría”. Dios está gozoso, porque Él creó el gozo, y ciertamente tiene un humor agudo y santo. Es fácil saber si la persona está constantemente triste o feliz. Basta con mirar ciertas arrugas en la cara. Muchas en la frente y entre los ojos, significan tristeza. En los costados de los ojos, es alegría. Claro que hay que saber cuál es la fuente de la alegría. Por supuesto, hay momentos de tristeza y lágrimas en la vida, pero también momentos de alegría. Hay una carta en el Nuevo Testamento que es la más gozosa de todas: la carta a los Filipenses. Pablo cita la palabra “alegría”, regocijarse y alegrarse 12 veces. En los Salmos, el tema de la alegría es tratado 66 veces en todos ellos. Isaías 61 dice que Jesús vino a traer el aceite de alegría en lugar de tristeza. Tenemos que acostumbrarnos a ser y estar alegres, porque en el cielo habrá gozo constante y gozo eterno. Proclamemos, pues, para que los demás oigan: Somos hijos del Gran Dios en Cristo, por eso nos alegramos. Del Pastor Autilino para la Gloria de Dios. Amén.
La sencillez de estas aves contrasta con la soberbia de los humanos, la vana-gloria de los hombres. Ellos nos alegran con su presencia y también con su propia alegría. LA CREACIÓN
Algunas personas han convertido el pedir en un auténtico arte, si es que puede recibir ese nombre, la acción de tener la mano siempre extendida para reclamar.
Y muchos también se pasan la vida pidiendo, como si fuera algo natural exigir, como si pedir fuera un derecho adquirido solamente por existir.
Es curioso que poco que pensamos en estas situaciones que son más importantes de lo que nos podamos imaginar, porque representan una forma de vivir egoísta y hasta simplista.
Nos podemos imaginar que haya quienes disfruten de esta forma de arte…pero lo que no saben es que persistiendo en estas actitudes se privan de la maravillosa alegría de dar.
Si pedir es como un arte, el dar es una virtud, porque habla de un corazón agradecido por todo lo recibido en la vida, abriendo las manos no pare exigir sino para dar a otros, no lo que nos sobra sino aquello que hasta podamos necesitar.
Esa es la alegría de dar y no la mezquindad de pedir.
Para todo hay un tiempo, para lo bueno y para lo malo, para la alegría y también para la tristeza. Y también hay un tiempo para sanar y para restaurar.
En los tiempos difíciles debemos pensar que no siempre habrá dolor y sufrimiento, ni tampoco desesperanza y amargura. A todo lo malo seguirá lo bueno.
Siempre ha sido así y seguirá siendo!
Restaurar, es un esfuerzo edificante porque borramos del pasado lo que nos hizo daño y también perdonamos a quienes nos hicieron ese daño.
Persistir evocando aquello que nos hizo doler, es una idea que nos destruye y también nos limita, hacia un mañana que debe ser mejor que el que tenemos.
No miremos las ruinas, sino miremos con los ojos de la esperanza, aquello que podamos construir, sobre lo que haya quedado de bueno. Esto es restaurar.ruinas, esperanza,
Jesús dijo que quién más había dado sido la viuda porque dentro de su pobreza. había dado su sustento. Una idea opuesta a la avaricia y que nos debe hacer pensar en el Prójimo. Diego Acosta – MENSAJE
CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO
En estos tiempos de frivolidades desmesuradas, el abrazo de dos niños pequeños, nos devuelve la alegría de vivir.
Pensando en que siempre debemos elevar nuestra mirada por sobre las circunstancias y tener la capacidad de aprender la hermosa enseñanza de dos criaturas.