LÍMITES

Siempre me ha sorprendido la capacidad de algunas personas para poner límites a su ayuda, a su solidaridad.

Esta capacidad para administrar el esfuerzo según la conveniencia personal, es visible no solo en la vida mundana, sino también en las congregaciones.

Lo del mundo lo podría entender, porque al fin de cuentas se trata de la supervivencia personal o el pleno ejercicio del egoísmo.

Pero en una congregación, el tema adquiere otra dimensión. Y para ejemplificar debe bastar el típico caso de la limpieza del lugar de culto.

Cuántos participan? Cuántos argumentan problemas insalvables para cumplir con su compromiso? Cuántos directamente ni se toman la molestia de explicar nada, simplemente faltan.

Lo que me duele es que estas personas no tienen idea del mal que se están haciendo. La congregación de una manera o de otra, siempre terminará solucionando sus necesidades.

Pero una persona, yo mismo me lo planteo, si ponemos límites a las obras que ponen en evidencia la fe, en qué nos convertimos?

Pienso y creo que deberíamos analizar, que ocurriría si Dios pusiera los mismos límites a su Misericordia, a su Amor, a su Gracia?

Tal vez así comprenderíamos que cada vez que ponemos límites a nuestro compromiso, nos estamos mostrando delante del Eterno, como lo que verdaderamente somos.

Egoístas, oportunistas, insolidarios y burladores del principio de amor al prójimo. Estos calificativos no son los mismos que se pueden aplicar a las personas del mundo?

Sabiendo esto busco cambiar mis actitudes, para demostrar y demostrarme, para intentar,  de ser digno de llamarme hijo de Dios.

Salmos 4:4

PT – Perturbai-vos e não pequeis;

       falai com o vosso coração sobre a vossa cama e calai-vos.

ES – Temblad, y no pequéis;
meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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SUMAR…!

Hablando con un amigo acerca de una de las razones de la existencia de la Iglesia, concordamos que es la de acercar a las personas del mundo al Reino de los Cielos.

En otras palabras: Evangelizar!

Pero cómo?

Con qué visión?

Tal vez, nunca con la de agredir, la de atacar, sino todo lo contrario. No se trata de amenazar con el infierno eterno, sino de revelar con humildad que hemos sido rescatados de nuestros pecados, perdonados y salvados por la Gracia.

Si amenazamos, si agredimos, lo más probable es que despertemos sentimientos antagónicos a Jesús. Acaso nosotros mismos no fuimos pecadores?

Y acaso no debemos pedir perdón por nuestros pecados, diariamente?

O es menos pecador el miembro de una congregación, que mienta, por ejemplo, que una persona del mundo que haga lo mismo?

El dedo acusador, primero debe estar dirigido contra nosotros mismos, solamente así entenderemos que Evangelizar no significa condenar a nadie.

Esta visión, fue buena para mí, porque me volvió a colocar en el lugar que me corresponde. No en el papel de justo, sino en el papel de pecador!

Por esta razón debemos SUMAR almas al Reino y no amenazarlas y condenarlas al castigo eterno.

Romanos: 10:8-9

ES – Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:

que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

PT –  Mas que diz? A palavra está junto de ti, na tua boca e no teu coração; esta é a palavra da fé, que pregamos,

a saber: Se, com a tua boca, confessares ao Senhor Jesus e, em teu coração, creres que Deus o ressuscitou dos mortos, serás salvo.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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LOS DEMÁS…

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Es peligroso para la vida espiritual, preocuparse por el “qué dirán” y no servir a Dios que es lo procedente.

Este planteo es el que me formulo todos los días, para tratar de acabar con esa tendencia natural que tengo y que tenemos, de considerar siempre la opinión de los demás sobre lo que hacemos o dejamos de hacer.

Demasiado a menudo me sorprendo pensando qué estarán diciendo de mí, quienes me rodean y específicamente quienes son los más cercanos ministerialmente.

Verdaderamente parece que estuviera  participando de una competencia no declarada, para establecer quién es el mejor, el más piadoso y el más espiritual.

Triste realidad!

En esa lucha comprensible desde la perspectiva humana, en todos los casos me olvido y nos olvidamos de… Dios, aunque sea ÉL nuestro fundamento.

Esta amarga conclusión es a la que he llegado luego de considerar algunas de mis actitudes, algunas de mis tristezas e incluso alguna de mis rebeldías.

Me olvido penosamente que nadie se debe comparar con nadie!

La única referencia que debemos de tener los humanos es Jesús!

Es una meta grandiosa e inalcanzable, pero la única que tiene implícita la cuestión fundamental de nuestra existencia: La de ser fieles a Quién nos dio por Gracia la Salvación.

Todo lo demás se asemeja a un mero ejercicio de vanidad y orgullo, a un evidente proceso donde según más crecemos en nuestra opinión, menos somos en realidad ante los demás.

Y me olvido y nos olvidamos de lo fundamental: Ante el Único que deberemos rendir cuentas es ante el Supremo. Por tanto todos nuestros esfuerzos deben ser para ÉL.

Filipenses 3:13-14

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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RESPLANDECER

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Ayudando torpemente a limpiar, pasé un paño sobre un espejo que según mi opinión estaba limpio.

Cuál no sería mi sorpresa, cuando luego de frotar su superficie, comenzó a mostrarse de otra manera, porque resultó que ya no estaba sucia, sencillamente estaba limpia.

Había desaparecido el polvo que con el tiempo se acumuló y a pesar de ello, mostraba una apariencia engañadora.

Inmediatamente pensé en mi vida. Cuantas motas de polvo se han acumulado en mi conciencia y en mi corazón!

Y lo más sorprendente: Siempre creyendo que estaban impolutos!

En esto consiste uno de los mayores engaños de quienes nos llamamos hijos de Dios. Llegamos a pensar que hasta podemos ser merecedores de esta Gracia!

Durante muchos años me acompañó el recuerdo de cuando en mi vida interior estaba regida por la religiosidad y por la creencia en las buenas obras y del dinero dejado en la iglesia el día domingo.

Creía que con eso estaba todo bien!

Creía que en cuanto abandonara el lugar de culto, nuevamente tendría la libertad para volver a mis cosas habituales sin pensar ni en el pecado ni tampoco en sus consecuencias.

Hasta el domingo siguiente!

Pensándolo bien, esa vida pasada se parece bastante a la de mi vida presente, porque sin admitirlo y sin verlo, voy dejando que la suciedad vaya cubriendo una superficie que debería estar resplandeciente.

Por eso es imprescindible en mirar cada tanto como está nuestra relación con Dios, como obramos o como dejamos de obrar, como servimos o como dejamos de servir.

Comenzaremos a vivir más sinceramente y no nos engañaremos con nuestros supuestos méritos.

1 Pedro 1:15

sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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LA DECISION…!

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Todos los hombres podemos ejercer el libre albedrío, que nos permite decidir lo que nos parezca mejor o aquello que más esté en línea con nuestras convicciones.

Una alta responsabilidad y una alta carga sobre nuestros hombros, porque al ser un planteo estrictamente personal debemos asumir sin atenuantes todas sus consecuencias.

Esta cuestión siempre estuvo en mi ánimo cuando pensaba acerca de lo que significa la decisión de aceptar al Señor como mi Salvador.

Es mucho más que una declaración!

Supone el perdón de mis pecados al haberme arrepentido de haberlos cometido!

Pero, también he pensado, qué hubiera ocurrido de mí si hubiera tomado la decisión contraria?

En principio llevaría la más que pesada carga de mis pecados y mis iniquidades y la convicción de saber que he renunciado al Amor y a la Misericordia de Dios.

Pero hay más consecuencias!

Quién decide vivir todo el tiempo con sus errores y sus equivocaciones que derivaron en pecados, decide también ser responsables de ellos.

Y la conciencia no dejará de reclamarnos por todos ellos!

Creo en Dios y eso me lleva a ser agradecido por la Gracia recibida, del perdón y también de la seguridad de la Vida Eterna.

Es decir vivo sin la carga insoportable de mis hechos de maldad y vivo sin la pesada carga que agobia a quienes están llegando a mis años y piensan en su destino final.

Y ese final es demasiado serio como para no arrepentirnos, cuando todavía estamos a tiempo, de ejercer el libre albedrío en la dirección absolutamente correcta.

Juan 3:36

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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