LA INSENSATEZ

EL ABUELO SALOMÓN

Cada vez que queda en evidencia un error personal, lo atribuimos a varias causas, pero difícilmente admitiremos que somos los culpables de lo ocurrido.

Esta actitud es inherente a la condición humana y no debe extrañarnos que sea así, porque el insensato solo mira lo que tiene delante.

Tampoco valora la posibilidad de que sus hechos tengan consecuencias serias, porque solo depende de su propia sabiduría y tampoco es capaz de escuchar un buen consejo. O por lo menos bien intencionado.

El vivir alocadamente respondiendo a los estímulos de su propia visión de la vida, lo llevan por caminos que parecen buenos y que casi inexorablemente se convierten en malos.

Pareciera que al insensato siempre le queda el recurso de culpar a otros de sus hechos, porque entonces puede continuar haciendo aquello que la más mínima reflexión le impediría concretar.

Triste destino es el del insensato que no admite sus errores y vive en un permanente estado de inmadurez que lo aleja de la realidad y lo convierte en una víctima de sus propias decisiones.

Diego Acosta

LA VERDADERA SABIDURÍA

EL ABUELO SALOMÓN

Entristece pensar cuántos hombres se perdieron por haber sido necios y no haber buscado la sabiduría, cuando debieron tomar decisiones importantes.

Los que obran como necios se pierden en sus propios laberintos porque la capacidad humana para pensar es muy limitada y solo la verdadera sabiduría es la que nos libra del mal, aunque a veces pensemos lo contrario.

De allí la importancia de no creernos sabios por nuestra propia sabiduría, sino entender que debemos buscar, anhelar encontrar ese nivel superior de razonar, que se aleja de los sentimientos o las emociones de los hombres.

Cuando nos dejamos llevar por la ofuscación de la mente o la ira del corazón, es el momento de comenzar a cometer errores que muchas veces son irreparables.

De allí que se nos enseñe que la sabiduría verdadera nos guardará y si la deseamos fervientemente nos conservará. Nunca lo olvidemos para que no nos creamos sabios por nuestra propia sabiduría.

Diego Acosta

 

LA DISCIPLINA

EL ABUELO SALOMÓN

Los hijos siempre se quejan y a veces amargamente, cuando sus padres los reprenden. Seguramente no saben, que esa es una de las mejores demostraciones de amor que puedan recibir.

Los humanos concebimos el amor de los padres, con gestos de cariño, con regalos, con actitudes obsequiosas. Pero nos equivocamos totalmente pensando así.

Yo he reprendido a mis hijos porque los amo!

Si no fuera así, simplemente me hubiera desentendido de cualquier situación en las que debería haber actuado, para hacerles comprender sus errores.

El padre y la madre, son los que más sufren cuando deben disciplinar a sus hijos, porque por naturaleza, no deberíamos hacerlo. De allí la importancia que tiene la firmeza.

No me arrepiento de la disciplina que apliqué a mis hijos y espero qué en su madurez, siendo ellos son padres, tengan la misma visión de lo que significa el amor hacia ellos.

El padre que reprende con amor, evita que sus hijos sean corregidos con rigor, por cualquier persona del mundo.

Diego Acosta

 

 

FRACASOS

sabios

La vida de los humanos es pródiga tanto en éxitos como en fracasos. Profundizando mínimamente en la cuestión, resulta evidente que es lógico que sea de esta manera.

Los éxitos son el producto de los esfuerzos y los fracasos de los afanes!

Los hombres siempre estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario, para lograr sobresalir en la dura selva que es el mundo de los humanos.

Los límites a esta manera de comportarnos son muy tenues, porque es una actitud natural que tratemos de distinguirnos por alguna causa, casi sin importarnos cuál.

Lo cierto es que viviendo en el mundo, difícilmente podríamos tener conductas diferentes a las que enunciamos.

Todo esto lo comencé a pensar cuando advertí que estaba haciendo lo mismo que me sorprendía e incluso me molestaba.

Estaba formando parte de esa masa que se mueve insolidaria e inescrupulosa, porque pensaba que según mis méritos mi situación tendría que ser diferente.

Es decir, debería estar mejor de lo que estaba según los medios que utilizaba para medir mis capacidades y las ajenas.

Típico error que cometemos cuando nos olvidamos que hemos sido Creados diferentes y con Propósitos diferentes y por tanto, somos valorados de una manera distinta por el Eterno.

Tengo que tener sumo cuidado para no caer en la necedad de considerarme superior y no cometer el error de juzgar a los demás, por mi propia medida.

Esto también forma parte de las cotidianas luchas de los hijos de Dios.

Romanos 1:22

Profesando ser sabios,

se hicieron necios.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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