Tengo el convencimiento que los buenos deseos son legítimos, pero que también son producto de los sentimientos y la emotividad.
Es decir, es más que razonable que tengamos los mejores pensamientos para nuestros amados, pero no es menos cierto que en los momentos que los formulamos, nos olvidamos de cuestiones esenciales.
Una de ellas es que así como en el tiempo que hemos dejado atrás, en los días que vendrán tendremos buenos y malos momentos, alegrías y tristezas, risas y llanto.
Esto es lo que nos dice el sabio Eclesiastés y por tanto debemos estar preparados para esos momentos en que debemos apelar a toda nuestra entereza para seguir hacia adelante.
Que significa esto?
Que los momentos más peligrosos para la vida de un hombre, o por lo menos para la mía, son los de tristeza y más grave aún…los de alegría.
En la tristeza nos podemos olvidar de quién nos ha Creado o renegar de ÉL. En la alegría, nos sentimos tan profundamente fuertes y poderosos, que hasta podemos llegar a considerarnos iguales al Eterno.
Pero, debemos apelar a la Sabiduría contenida en la Palabra de Dios, para afrontar tanto lo bueno como lo malo, porque tanto una cosa como la otra, llegará en nuestro futuro…a pesar de los buenos deseos.
El rey David, agradecía por todo…!
Por todo lo que consideraba bueno y por todo lo que consideraba malo, por lo que lo hacía bailar o por lo que lo hacía utilizar el cilicio.
Hagamos entonces como David: Demos gracias por todo, en la bonanza y en la desesperanza! Siempre!
Ese tal vez sea el mejor de los buenos deseos: Agradecer al Soberano por todo!
Salmo 34:1
Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
Su alabanza estará de continuo en mi boca.
Diego Acosta / Neide Ferreira
www.septimomilenio.com