Los que vivimos los tiempos finales de la existencia, tenemos calma para analizar lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer.
Sobre lo poco que hicimos bien y sobre lo mucho que obramos mal.
Como casi todas las personas, un día le concedí valor al dinero y a partir de entonces centré todos mis afanes en tenerlo y en la medida de lo posible de atesorarlo.
El gran precio que estaba pagando, yo lo ignoraba por completo. Estaba malgastando mi tiempo en algo que no tiene el menor valor, como no sea de aquel que precisamos para vivir.
Así fue que invertí muchos años de mi vida, desde esa errada y mezquina perspectiva. Dándole valor al dinero, se lo resté de lo que verdaderamente tenía y tiene importancia.
Para expresarlo de otra manera: Busqué ahorrar en lo que no debía y malgasté alocadamente lo que si debía administrar con sabiduría.
Es el dilema de nuestro tiempo: Buscamos el dinero a cualquier precio, malgastando lo único valioso que tenemos los humanos: El tiempo!
Es sorprendente como un día nos podemos dar cuenta que el dinero así como lo tenemos, otro lo perdemos y luego lo podemos volver a recuperar.
Pero el tiempo, este escaso período de vida que tenemos los humanos, no lo podemos recuperar NUNCA!
Como siempre estamos a tiempo de aprender: Aprendamos!
Lo único valioso que tenemos y que debemos preservar y administrar con la máxima Sabiduría, es nuestro tiempo de vida.
El que le dedicamos a Dios, a nuestra familia y a la Iglesia, en el sentido de servir como lo expresó Jesús.
No malgastemos lo único que de verdad tenemos!
Salmo 103:15-16
El hombre, como la hierba son sus días;
Florece como la flor del campo,
Que pasó el viento por ella, y pereció,
y su lugar no la conocerá más.
Diego Acosta / Neide Ferreira
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