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AUTOCRÍTICA…?

Como casi todo lo que hacemos, los excesos pueden tener efectos contraproducentes.

La autocrítica, es una de esas cuestiones que generalmente practicamos en la intimidad y que tiene el propósito de analizar lo que hemos hecho y como lo hemos hecho.

Es buena o es mala la autocrítica?

Si nuestras referencias son las del mundo, puede resultar sumamente peligrosa, porque fácilmente podremos caer en algunas situaciones igual de malas: La autocompasión, el desánimo, la soberbia de sentirnos superiores.

Si nuestra referencia es Jesús, las perspectivas cambian rotundamente. La primera cuestión que nos deberíamos plantear es: Para qué hacemos autocrítica?

Es por una moda en los tiempos que vivimos?

Es una necesidad espiritual?

O es algo que intentamos hacer para mejorar nuestra vida?

Lo importante es tratar de determinar cómo es nuestra vida con relación a los que Dios nos ha mandado, si estamos obrando rectamente o si es necesario modificar algunas de nuestras acciones.

Siempre tendremos oportunidad de analizar en profundidad esa relación con el Señor, para no apartarnos de su Camino, ni a derecha ni a izquierda.

Si nuestra revisión tuviera un sentido positivo, deberemos de tener especial cuidado. Es algo parecido a la euforia, a la alegría desmedida.

Si llegáramos a la conclusión de que estamos obrando adecuadamente, pensemos que esa es la Obra del Eterno en nuestra vida y por tanto no podemos adjudicarnos ningún mérito y mucho menos vanagloriarnos.

La autocrítica, en todo caso debe llevarnos a establecer una nueva visión de nuestra vida, teniendo como modelo Supremo al propio Jesús.

Si eso es lo que buscamos, bienvenida la autocrítica!

Si en cambio buscamos la jactancia por ser mejores que otros, tengamos cuidado. No es lo bueno para nosotros.

Gálatas 6:4-5

Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de

gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro;

porque cada uno llevará su propia carga.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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gilabert 1

APRENDAMOS DE LA OSTRA.

CONGREGACIÓN

SÉPTIMO MILENIO

Uno no puede ir muy lejos en el sendero de la vida sin encontrarse con tribulaciones. «Tribulación» es un término relativo que no significa lo mismo para todas las personas. Algunas de las experiencias humanas que denominamos tribulación tienen que ver con aflicciones corporales. Para otros es una gran tristeza producida por la muerte de algún ser amado. Para otros puede tomar la forma de un fracaso o de un desengaño. Puede que la tribulación se manifieste por la falta de trabajo y la inseguridad que esto produce.
Algunas personas piensan que la mejor manera de enfrentar las tribulaciones, es sonreír: «¡¡Sonría!!», se nos dice a veces cuando no reímos ante una situación adversa.
Esa filosofía es buena hasta donde es aplicable; pero ¡cuán inadecuado resulta reírse de las tribulaciones cuando tenemos que enfrentarlas en la cruda realidad. Pienso que el Gozo del Señor, que es nuestra fuerza, no consiste en reír, sino que es la condición, el estado de paz interior, que se produce al creer y entender, por Su Gracia, que «Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios, a los que conforme a sus propósitos son llamados», por lo que se puede llorar y tener el Gozo del Señor.
Lo importante no es qué tipo de tribulación nos ha venido, sino qué actitud hemos tomado en este caso. La autocompasión, el resentimiento, la queja y el reproche a Dios, no son buenos compañeros de viaje en este Camino de Vida.
¡A veces reaccionamos de esta manera ante el dolor y la tribulación!
Dios nos capacita para vencer en nuestras tribulaciones, si dejamos que Él cumpla sus planes en nosotros.
El propósito de Dios para nosotros es transformar las tribulaciones en triunfos, de la misma manera que la ostra herida por el grano de arena sufre el largo proceso de envolver el lugar afectado con una sustancia gomosa, hasta producir una perla de gran valor, nuestro sufrimiento puede ser transformado en una bendición.
No es tanto el poder reír ante la tribulación, sino sufrir rodeando, como la ostra, nuestra tribulación con agradecimiento a Dios, con alabanza, con adoración, con honra, dándole la Gloria y esto puede hacerse sufriendo y llorando como hizo aquella mujer, en casa de Simón, que con sus lágrimas regaba los pies del Señor Jesús.
Así podremos transformar nuestras tribulaciones en triunfos. En esa actitud podrá ocurrir que Dios transforme nuestro lamento en baile y nuestro lloro en regocijo.
2ª Corintios 4:16-18
16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;
18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas

Pr. José Gilabert

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Martin Lutero

INQUIETUDES

Quién de nosotros no se ha visto agobiado por las dudas?

Quién de nosotros no ha pensado que tener dudas es malo?

A veces leyendo la vida de los grandes hombres, aquellos que han marcado tiempos históricos, como Lutero, nos puede llamar la atención las dudas que ellos también tuvieron.

La cuestión con relación a las dudas, es la actitud que asumimos frente a ellas y como tratamos de resolverlas.

Casi podríamos decir que es legítimo tener dudas. Esta afirmación surge del proceso de crecimiento que se nos supone debemos de tener.

En este punto, recuerdo mis dudas cuando al poco tiempo de recibir a Jesús como mi Señor, advertí que había cosas que eran contradictorias con sus enseñanzas.

Y más graves eran, porque ocurrían dentro de Su propia Iglesia, hasta que la paciente obra del Espíritu, fue respondiendo una por una las inquietudes que había en mi corazón.

En ese tiempo de preguntas y de revelaciones, recuerdo la impresión que me causó la certeza de que ningún hombre, por grande e importante que sea frente a nuestros ojos, es perfecto.

Esta revelación produjo un dramático giro a mis dudas, porque muchas desaparecieron y junto con ellas, también mis juicios sobre los demás.

Siendo como me reconozco que soy, imperfecto, pensar que todos los hombres y mujeres que me rodean también lo son, cambia la visión de mis inquietudes.

Soy un imperfecto que trata con el mayor anhelo, de serlo un poco menos cada día. Pero sabiendo que esa Perfección solo existe en el Hijo del Hombre.

Él debe ser nuestro Único modelo! 

Proverbios 14:8

La ciencia del prudente está en entender su camino;
Mas la indiscreción de los necios es engaño.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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arrogant

YO SOY ASÍ…!

Más de una vez, creo que la mayoría de nosotros, hemos empleado un tono desafiante para pronunciar esta breve frase de ocho letras: Yo soy así!

Y digo que es desafiante, porque es una declaración de que somos de una determinada manera y que nada nos hará cambiar.

O para decirlo de otra forma: Somos así y estamos muy contentos de serlo y por tanto los demás deben aceptarnos.

Esta frase en el mundo sería vista como una forma de fuerte personalidad, avasallante y categórica, capaz de definir con propiedad la propia naturaleza.

En el mundo, tal vez alguna persona nos podría mirar con una cierta envidia, al ver a alguien tan seguro de sí mismo.

Pero qué valor tiene esta afirmación desde la perspectiva espiritual?

La visión cambia y los conceptos también!

Esta forma de expresarse, desafiante y agresiva, no es lo que se espera de una persona que afirma que tiene al Señor en su vida.

No es la forma de expresar el conocimiento que tenemos del Hijo del Hombre y sus enseñanzas!

Porque como serán nuestras obras si somos tan prepotentes?

Acaso hay alguien que pueda desafiar a Dios?

Quién soy yo para afirmar que nadie me puede cambiar?

Es necesario ser prudente con las respuestas que vayamos a dar. Tal vez las primeras palabras que salgan de nuestra boca, deberían ser de arrepentimiento por haber sido tan irreflexivos.

Cada hombre y cada mujer que el Eterno ha Creado está sujeto a su Autoridad y por tanto, ÉL puede cambiar lo que crea conveniente en nuestra vida.

Incluso hasta la forma arrogante de hablar!

Jeremías 49:16

Tu arrogancia te engañó, y la soberbia de tu corazón. Tú que habitas en cavernas de peñas, que tienes la altura del monte, aunque alces como águila tu nido, de allí te haré descender, dice Jehová.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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CANSANCIO…

CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

 

Estoy cansada.

Todos los días llegan a mis oídos, manos y conocimiento noticias que me causan cansancio. En esos momentos, anhelo las cosas que no se ven.

El ser humano se cree “cool” y no sabe que es “fool”. Esta sociedad amante de lo visible y previsible, de lo palpable, pero tan ciega como su propia justicia, me causa un enorme cansancio.

También me llena de tristeza, cuando pienso en amigos, conocidos e incluso hermanos, mis ojos se llenan de lágrimas, no puedo evitarlo. Es ese sentimiento de impotencia que me invade cuando veo la decadencia. No puedo evitar de preguntar: ¿hasta cuándo?

Estoy harta de la inmundicia que me rodea. El olor impregnado de carne putrefacta y nauseabunda me da ganas de echar fuera lo que llevo dentro. No puedo mirar, no puedo soportar esa realidad repugnante. El mayor holocausto jamás visto, todos caminando en unísono como ovejas al matadero.

¿Hasta cuándo, Señor?

Conozco mi problema. Soy consciente de lo que me pasa. He conocido la hermosura. Tengo que reconocer que desde que la he conocido, no puedo apartarme de ella. Me cuesta respirar si no la tengo a mano.

Contemplar… necesito elevar mis ojos y admirar, maravillar, sentir que me rodea, abraza, observa… y que me ama. Ese perfume, conozco su perfume. Esa mirada, ¡cómo es posible tanto amor!

Sus palabras.

Derriten todo hielo, destruyen toda barrera, dividen emociones. Son momentos de refugio, de consuelo. Mi alma descansa, pierde toda la gravitad, y vuela… Amo. Quedo sin palabras, todo es poco e inadecuado. Mi interior se llena de melodías, palabras incomprensibles cargadas de significado. Plenitud.

No quiero apartarme de ti, Hermosura, te necesito, Sabiduría, háblame y te oiré. Tus palabras me dan vida, tanta que deseo compartir. Es como aceite precioso sobre mi cabeza que desciende por mis manos y baja hasta mis pies.

¡No, hermanos! ¡No es por ahí!

¡Mirad el camino! ¡Es verdad! ¡Aquí tendréis vida!

¡Buscad lo que es puro! ¡Lavaros!

¡Elevad vuestros ojos, de ahí viene el socorro!

¡Por alto precio hemos sido comprados!

 

¡Somos libres!

Descansa, alma mía.

¿Por qué te abates dentro de mí?

Espera en Dios, tu salvación.

 

Hubiera yo desmayado si no creyese que veré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Salmos 27.13

 

Salma Ferreira

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