DIOS EN EL CONTROL
CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
En tiempos de confusión, el ETERNO siempre nos Guiará!
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SÉPTIMO MILENIO
En tiempos de confusión, el ETERNO siempre nos Guiará!
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SÉPTIMO MILENIO
Había un médico del campo que llevaba su perro consigo cuando iba a visitar a sus pacientes. El perro se quedaba afuera mientras el médico entraba en las casas para atender a la gente.
En una ocasión, el médico visitó la casa de un hombre con una enfermedad grave. Al hombre le quedaba poco tiempo de vida. El enfermo confesó al médico que tenía miedo y le preguntó: “¿Cómo es la muerte?”
El médico se quedó pensando. Luego se levantó y abrió la puerta de la casa. Su fiel amigo canino entró gozosamente, saltando de alegría al poder estar de nuevo con su amo.
El médico miró al hombre moribundo y le dijo: “¿Ves a este perro? No tenía la menor idea qué había de este lado de la puerta. Lo único que sabía era que su amo estaba ahí, y quería estar con él.”
“Así me siento en cuanto a la muerte,” el sabio continuó. “No puedo explicar todo lo que pasará, ni cómo se sentirá. No estoy de todo seguro qué habrá al otro lado de esa puerta. Pero yo sé quién está ahí, y eso me es suficiente. Estaré para siempre con mi Amo.”
La muerte es una cosa que da miedo. Hay mucha incertidumbre. Hay muchas cosas que yo desconozco. Algunas personas dicen poder explicar exactamente qué pasará cuando lleguemos a ese momento. Yo no. No sé todos los detalles de lo que pasará.
Otros quieren debatir cómo será la vida después de la muerte. No me uno a esas conversaciones. Hay mucho que yo no sé.
Pero sé quién me espera al otro lado de la puerta. Cuando deje este mundo, iré para estar con Jesucristo. Ese conocimiento me basta.
El apóstol Juan escribió: “Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es.” (1 Juan 3:2) No sabemos lo que seremos, pero seremos como él. Y estaremos con él.
No tenemos que temer lo que está del otro lado de la puerta. Podemos enfocarnos en quién está al otro lado. ¿No es la mejor forma de enfrentar el final de nuestra vida terrenal?
Ante la muerte no vale la elocuencia, la sabiduría humana, el mucho dinero, sino la mayor riqueza que es LA GRACIA DE DIOS, esa condición que solo viene de Dios y te da la seguridad de que: «AUNQUE ANDE POR EL VALLE DE SOMBRA Y DE MUERTE NO TEMERÉ MAL ALGUNO PORQUE TU ESTARÁS CONMIGO» Salmos 23:4
No por nuestros méritos, sino por los SUYOS, sabemos lo que nos espera detrás de la puerta…Él fue a preparar morada para los que son de Él.
Juan 14:1-6
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
4. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
5. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Pr. José Gilabert – España
CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Un amigo me dijo: Que triste es ser pobre!
Me dejó doblemente sorprendido, porque no me lo esperaba de él y porque el tono de su voz era francamente desolador.
Entonces le pregunté: Y por qué dices eso…?
Y con el mismo tono me respondió: Porque hace días que vengo pensando en esto y estoy cansado de luchar siempre por lo mismo.
Como se obra en una situación como esta?
Como siempre pedí auxilio al Espíritu para darle a mi amigo una respuesta que le fuera de ayuda y no de controversia.
Entonces le pregunté varias cosas:
Alguna vez te ha faltado cobijo? No
Alguna vez te ha faltado el pan para tu familia? No
Alguna vez has estado desprotegido por Dios? No
Entonces tu problema no es por la pobreza, es por otras cosas. Y no eres el único que se encuentra en esa situación, yo mismo por ejemplo.
Creo que la pobreza es una cuestión que tiene que ver más con nuestro hombre viejo que con la vida de hombre nuevo que debemos de tener.
Lo que entendemos por pobreza, es en realidad una comparación indigna de alguien que se llama hijo de Dios. Es una comparación más propia del mundo y de su influencia en nuestras actitudes.
Si no nos ha faltado nunca lo que podríamos llamar lo básico, por qué nos consideramos pobres?
Simplemente porque creemos que lo básico es insuficiente y que nos merecemos más que eso, anhelamos más que eso.
Creo que este es el verdadero fondo de la cuestión. Si no me falta de nada, por qué no acepto lo que tengo?
Tal vez porque escucho la voz del mundo que me dice todos los días que preciso más, que debo tener más, que mis necesidades son mayores que las reales.
Y en ese inconformismo nos convertimos en máquinas voraces de desear cosas y sobre todo de tener más dinero, que es el verdadero amo de la vida de muchas personas.
Yo no soy un hombre rico pero no me considero un hombre pobre. Si miro mi vida como seguidor de Jesús, lo único que puedo decir es que tengo la Provisión de lo que necesito y que todo lo que mi corazón ansía es lo que mundo me sugiere y por tanto lo desecho.
Deseo que mi amigo haya comprendido estos pensamientos. Que no son míos, sino enseñanzas de Jesús!
Diego Acosta
SÉPTIMO MILENIO
Homofobia es el término que se ha destinado para describir el rechazo, miedo, repudio, prejuicio o discriminación hacia mujeres u hombres que se reconocen a sí mismos como homosexuales. De todas formas, el uso cotidiano del vocablo incluye a las otras personas contempladas en la diversidad sexual, como ocurre con los bisexuales y los transexuales. Incluso, a aquellos seres que mantienen hábitos o actitudes que suelen ser atribuidos al sexo opuesto, como los metrosexuales.
Cabe destacar que la homofobia carece de una definición precisa, ya que no se trata de un concepto de alcance estrictamente psiquiátrico. Hay quien considera homófoba a toda persona que no respalde o no se manifieste a favor de la homosexualidad. Sin embargo, la noción hace referencia a la discriminación, es decir, al rechazo o a la persecución.
«Ni rechazo ni persigo ni repudio a los homosexuales, bisexuales, transexuales o metrosexuales, cada uno vive su vida como quiere.
Exijo el mismo derecho para mi, yo creo en Dios, en lo que dice su palabra y en Jesucristo como Señor y Salvador.
Yo no acuso, ni ridiculizo, no persigo, ni fuerzo a nadie a creer lo que yo creo, porque no soy yo la que ha creado los cielos y la tierra ni todo lo que en ella hay.
Yo no establezco las leyes ni obligo a nadie a que las cumpla, todos seremos juzgados eso lo tengo claro y después nadie podrá decir ¡¡yo no lo sabía!! Aunque yo enmudezca tu realidad será la que es.
Dice la Palabra de Dios que nadie podrá (por mucho que se afane) añadir un codo a su estatura, y nadie podrá dejar de ser lo que es por mucho que lo quiera».
Lourdes Diaz
CONGREGAÇÃO
SÉTIMO MILÊNIO
Quando eu era criança e pegava uma tangerina para descascar, corria para meu pai e pedia: – «pai, começa o começo!». O que eu queria era que ele fizesse o primeiro rasgo na casca, o mais difícil e resistente para as minhas pequenas mãos. Depois, sorridente, ele sempre acabava descascando toda a fruta para mim. Mas, outras vezes, eu mesmo tirava o restante da casca a partir daquele primeiro rasgo providencial que ele havia feito.
Meu pai faleceu há muito tempo (e há anos, muitos, aliás) não sou mais criança. Mesmo assim, sinto grande desejo de tê-lo ainda ao meu lado para, pelo menos, «começar o começo» de tantas cascas duras que encontro pelo caminho. Hoje, minhas «tangerinas» são outras. Preciso «descascar» as dificuldades do trabalho, os obstáculos dos relacionamentos com amigos, os problemas no núcleo familiar, o esforço diário que é a construção do casamento, os retoques e pinceladas de sabedoria na imensa arte de viabilizar filhos realizados e felizes, ou então, o enfrentamento sempre tão difícil de doenças, perdas, traumas, separações, mortes, dificuldades financeiras e, até mesmo, as dúvidas e conflitos que nos afligem diante de decisões e desafios.
Em certas ocasiões, minhas tangerinas transformam-se em enormes abacaxis. Lembro-me, então, que a segurança de ser atendido pelo papai quando lhe pedia para «começar o começo» era o que me dava a certeza que conseguiria chegar até ao último pedacinho da casca e saborear a fruta. O carinho e a atenção que eu recebia do meu pai me levaram a pedir ajuda a Deus, meu Pai do Céu, que nunca morre e sempre está ao meu lado. Meu pai terreno me ensinou que Deus, o Pai do Céu, é eterno e que Seu amor é a garantia das nossas vitórias.
Quando a vida parecer muito grossa e difícil, como a casca de uma tangerina para as mãos frágeis de uma criança, lembre-se de pedir a Deus:
«Pai, começa o começo!». Ele não só «começará o começo», mas resolverá toda a situação para você.
Não sei que tipo de dificuldade eu e você estamos enfrentando ou encontraremos pela frente neste ano. Sei apenas que vou me garantir no Amor Eterno de Deus para pedir, sempre que for preciso: «Pai, começa o começo!».
BOA NOITE A TODOS NÓS!
Silvania De Cassia Buzeto de Paula
Una de las acciones más sorprendentes de los seres humanos, es la de convertir a determinadas personas en absolutamente intocables.
En ese mausoleo incluimos a los más dispares nombres, transformando la cuestión en una incomprensible mezcla de valores, talentos y cualidades.
Convertimos en intocables a:
A próceres nacionales,
A grandes compositores,
A deportistas,
A benefactores de la humanidad,
A autores,
A gigantes del pensamiento,
A artistas,
A héroes de la historia…
La lista es tan grande como lo sea nuestra propia visión del tema. Mezclando siempre a personas que hicieron historia, con quienes son protagonistas de simples episodios mundanos.
Es así como colocamos a los notables con los personajes, casi siempre contemporáneos y por tanto sin el respaldo que solo el tiempo concede a los verdaderamente importantes por la dimensión de sus obras.
La defensa casi fanática que hacemos de los intocables, nos hace perder la perspectiva de lo que verdaderamente es trascendente.
Y lo más grave: De lo que verdaderamente nos debe importar!
Ningún intocable por grandioso o meritorio que sea puede ser perfecto.
Ninguno!
Por qué razón?
Porque el Único Perfecto es Dios!
Todos los demás que creemos perfectos, son hombres que tienen limitaciones, problemas, errores, fallos, pecados confesados o inconfesables.
Como todos nosotros!
Por cierto que hay algunos más meritorios que otros, pero siempre con la humana condición de ser hombres que de ninguna manera pueden ser calificados perfectos.
Es importante recordar las enseñanzas de la Palabra de Dios, para colocar en su verdadero lugar, sin restar nada a quienes tienen sí han hecho cosas trascendentes y sin sumarle nada a quienes son exitosos circunstanciales.
Debemos tener en cuenta que todas las valoraciones humanas tienen precisamente por esa condición, los riesgos de ser imperfectas, tendenciosas, manipuladoras e incluso engañadoras.
Debemos aplicarnos la sabia enseñanza de Jesús: Dar al césar lo que le pertenece y a Dios lo que solamente puede ser de Él.
Entonces recuperaremos una cierta objetividad, para no transformar en intocables a hombres y mujeres, que solamente la perspectiva histórica valorará.
Y a los que solamente Dios puede juzgar y honrar!
Diego Acosta
CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Pero José les respondió: No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente. Génesis 50.19–20
Podemos convivir con muchas dificultades y sacrificios, pero cuando percibimos que hemos sido tratados con injusticia nos sentimos traicionados en lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuando viene de aquellos que más amamos. La agonía de esta insoportable carga la capta el salmista: «No me afrentó un enemigo, lo cual yo habría soportado, ni se alzó contra mí el que me aborrecía, pues me habría ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, ¡mi guía, y mi familiar!, que juntos comunicábamos dulcemente los secretos y andábamos en amistad en la casa de Dios» (55.12–14).
El cristiano maduro deberá aprender a manejar correctamente las injusticias para evitar un proceso que le quitará el gozo y la paz y, eventualmente, pondrá fin a la efectividad de su ministerio. Nada ilustra esto con tanta fuerza como la vida de los hermanos de José. A pesar de que habían pasado 44 años desde aquella terrible decisión de vender a José como esclavo, seguían atormentados por lo que habían hecho, presos del miedo a la venganza. Piense en eso. ¡La mitad de la vida atormentados por algo que habían hecho casi 50 años antes!
No sabemos en qué momento José resolvió las devastadoras consecuencias de ser vendido por sus hermanos, pero el texto de hoy nos da pistas acerca de dos cosas que habían ayudado a José a superar la crisis. En primer lugar, José entendía que él no estaba en el lugar de Dios, y que juzgar a sus hermanos era algo que no le correspondía. Nuestros juicios siempre van a estar empañados por nuestra limitada visión humana. Solamente Dios juzga conforme a la verdad. Por esta razón, no le es dado a los hombres el emitir juicio contra otros. Aun Jesucristo se abstuvo de emitir juicio, diciéndole a los judíos: «Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie» (Jn 8.15).
En segundo lugar, José tenía una convicción profunda de que Dios estaba detrás de lo que le había pasado. Esto es algo fundamental para el hijo de Dios. Con demasiada frecuencia nuestra primera reacción en situaciones de injusticia es cuestionar la bondad de Dios, preguntando por qué Él ha permitido lo acontecido. Pasaron años antes de que José comenzara a ver el «bien» que el Señor tenía en mente cuando permitió que la tragedia tocara tan de cerca su vida. Mas la convicción de que Dios puede convertir aún las peores maldades en bendición siempre existió, y esto guardó su corazón de la amargura y el rencor.
Pr. José Gilabert – España
CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Desde siempre los hombres nos debatimos ante circunstancias más o menos similares: Lamentamos las humillaciones que recibimos y pero luego buscamos erradamente, el reconocimiento de quienes son precisamente quienes nos maltratan.
De esta situación se deriva nuestra continua actitud de agradar a los demás, buscando la aceptación de una sociedad cruel y despiadada que tan pronto nos exalta como nos sume a los más bajos y miserables fondos.
La Palabra de Dios nos enseña a través del maravilloso Cántico de Ana, la magnitud de nuestros errores con relación a quienes nos rodean y donde está lo Verdadero.
Ana fue humillada por el sacerdote Elí al pensar que estaba ebria, cuando en realidad estaba orando a Jehová para exponer su aflicción y para dejar expresada una promesa, por si recibía el inmenso regalo de ser madre.
En aquellos tiempos en los que vivía la madre de Samuel, una mujer que no tenía hijos sufría la maledicencia de quienes la rodeaban y si además de eso, se tenía la certeza de que nunca los tendría, la situación era más difícil todavía.
Esta era la aflicción de Ana que exponía en oración callada ante el Soberano de Israel. Y fue en esa circunstancia, cuando de Elí, le recriminó su ebriedad.
Podemos considerar la actitud de un hombre consagrado como sacerdote como un ejemplo acerca de cómo eran los duros y difíciles años para una mujer sin hijos. En lugar de ayudarla la consideró borracha.
A muchos de nosotros nos ocurre lo mismo, cuando nadie aprecia los frutos de nuestro esfuerzo, los frutos del servicio que consagramos al Señor.
Nadie se acerca a preguntarnos nada, sino para criticarnos todo. Nadie se interesa por nuestro empeño en servir, porque solamente se busca lo evidente, como pueden ser los resultados del evangelismo.
No busquemos el reconocimiento ni de personas y ni de la sociedad. A cambio nos queda el grandioso recurso de la oración para presentar ante Dios nuestra situación y para clamarle que su Misericordia para que se derrame sobre nuestra vida.
Solamente así podremos enfrentar las adversidades, sin pensar ni en el reconocimiento ni la comprensión de nadie.
Hagamos como Ana, clamemos al Eterno por su ayuda y seamos agradecidos con ÉL.
Diego Acosta
SÉPTIMO MILENIO
Hola amados!
Orando esta madrugada, en intercesión por algunas personas, me vino a la mente que muchas de esas personas por las que estaba orando me hacían recordar una bandera agitada al viento!
Según soplaba el viento, la bandera se henchía, agitada o suave, según la fuerza del viento.
Luego, intercediendo por otras personas, me recordaba a un barco de vela, que también tenía una banderita en lo alto de su mástil principal, pero las velas se henchían con el viento para poder desplazarse.
La bandera, cuánto más alta está, más se agita y con el tiempo se rasga y tiene que ser sustituida por una nueva, que también se agitará y tendrá que ser sustituida…
La vela se podrá desgastar también por el viento, pero recibirá un remiendo y luego seguirá siendo útil por un largo tiempo.
Que somos?
Vela o bandera?
La bandera es libre y puede ser vista desde lejos, pero con el tiempo se desgasta.
La vela está atada al mástil principal y amarrada al barco y según el timonero es llevada a un destino cierto.
Queremos la libertad de la bandera o queremos que Nuestro Timonero nos guíe y nos lleve a buen puerto?
Observé en mi ministerio de consejería que las “banderas” siempre me procuran para llorar por los malos resultados de sus vidas.
Más las “velas” traen las marcas del viento en sus muchos remiendos, pero traen resultados que alegran mi viejo corazón.
Deja que Jesucristo, Nuestro Amado “Timoneiro” te lleve a un buen puerto, mientras haya tiempo.
Y así en muchos “viajes” en la vida, podrá llevar a muchos pasajeros a conocer al Querido Timonero.
Hazlo, las vidas están esperando…
Pra. Arlete Batista Ferreira