DESCONCIERTO
Las personas que padecemos de vértigo, que somos muchos, sabemos que una de las reacciones que produce el mareo es una especie de irrealidad, porque lo que se percibe es como si todo girara alrededor de uno.
Esta sencilla explicación tiene que ver con una percepción que se puede hacer de todo lo que leemos, vemos o escuchamos, acerca de lo que ocurre en el mundo.
La vertiginosa fluidez e información sobre los más diversos hechos, produce en determinados momentos, una sensación parecida a la del vértigo.
Incluso, llegando a uno de sus niveles más altos, cuando se percibe como real el desconcierto hacia las distancias e incluso hacia el propio tiempo, el que medimos con los relojes.
Desconcierto. Esta es la palabra que viene a mi memoria, cuando hablo del vértigo, en los días en que me encuentro un poco peor que otros, a pesar de saber cómo afecta mi cuerpo.
Se habla al utilizar esta palabra, hasta de descomposición del propio cuerpo, algo que no he llegado a experimentar pero que sí tiene que ver con la complejidad de las reacciones sobre los acontecimientos de nuestro tiempo.
Jesús nos advirtió que veríamos cosas tremendas, pero que todavía no sería el fin. Un mensaje apocalíptico, pero que tiene que ver con lo que está ocurriendo.
Estamos perdiendo las referencias con casi todas las cosas. A lo que siempre lo consideramos bueno, ahora vamos menguando esta certeza y casi hasta lo podríamos llamar malo.
A lo que era perfectamente blanco o negro, ahora lo hemos hecho ingresar en una zona de grises, en donde se confunden los hechos verdaderos con los que no lo son.
Predicamos un Evangelio, que solo tiene en común el nombre, con el enseñado por Jesús. Estamos viviendo los tiempos del dinero, el tiempo del dios Mammón, a pesar de la advertencia bíblica acerca de que es el origen de todos los males del hombre.
Este es el desconcierto en el que vivimos. El día se está volviendo noche y las tinieblas prevalecen cobijando al mal, que cada vez es más victorioso según lo anunciado por las profecías bíblicas.
Nos falta un punto de referencia, como en el vértigo. Si fijamos la mirada en un punto, pareciera que todo vuelve a su orden natural. Si fijamos la mirada en Jesús, volveremos a la Luz que estamos necesitando.
Diego Acosta / Neide Ferreira
www.septimomilenio.com