VELAD!

Jesús siempre habló de manera categórica, para que podamos entender la importancia de sus mandatos.

Nunca se perdió en la vana palabrería que nos caracteriza, especialmente cuando se trata de cuestiones trascendentes.

Buscamos la manera de decir las cosas, con más suavidad, edulcoradas, se diría en términos coloquiales.

Esto revela que en la naturaleza humana prevalece más el sentido de la conveniencia o quizás el de la supervivencia, que la necesidad de transmitir mensajes claros y rotundos.

Pero Jesús habló con Autoridad y nos dio un mandato: VELAD!

Sin ninguna clase de adornos ni otros términos que puedan suavizar la gravedad de la situación, que exige que estemos atentos.

Este mandato tuvo vigencia en su Ministerio Terrenal y también en nuestros días, donde la maldad se enseñorea en la Tierra y en los hombres.

Cada día quedamos perplejos ante la infinita capacidad de la sociedad de perversiones inimaginables y lo que es peor, que las aceptamos con una dosis de fatalismo que resulta incompatible con nuestra condición de hijos de Dios.

Por qué ese fatalismo?

Simplemente porque nos avergonzamos del Evangelio y porque tenemos miedo de que la sociedad obre contra nosotros.

O porque tenemos  miedo a que las fuerzas del mal vengan contra nosotros, por oponernos a sus obras que enfrentan el Poder de Dios.

Por eso debemos estar más que atentos, escudriñando cada frase, cada hecho. Debemos tener la actitud de VELAR en todos los momentos y en todas las circunstancias.

Sin temor y sin dudas. Es la única manera de enfrentar el mal y para que no nos afecten los hacedores de maldad.

Apocalipsis 3:3

PT –  Lembra-te, pois, do que tens recebido e ouvido, e guarda-o, e arrepende-te. E, se não vigiares, virei sobre ti como um ladrão, e não saberás a que hora sobre ti virei.

ES – Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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DISTINGUIR

 

El uso de nuestro tiempo forma parte también, de las responsabilidades que se originan en el mandato de la Mayordomía.

En su Ministerio Terrenal, Jesús nos dejó una grandiosa enseñanza con relación al significado de valorar el tiempo en cada día.

Más aún, nos enseñó a distinguir la diferencia entre lo que es lo importante y lo que es urgente!

Un buen ejemplo que nos debemos aplicar para que nuestra vida verdaderamente tenga una transformación, para liberarnos de las ataduras y los caprichos del mundo.

El Hijo del Hombre no perdió tiempo al convocar a los que luego serían sus discípulos. Simplemente les decía: Sígueme…!

Esta manera de proceder nos revela la importancia que tiene el no caer en el exceso de palabras, que bien podríamos llamar palabrería.

No por mucho hablar seremos más expresivos y se nos comprenderá mejor. Todo lo contrario: Quizás cuánto más hablemos menos se nos entenderá.

Cuando miro mis hechos cotidianos, percibo como perdemos el tiempo en cuestiones que no tienen la menor importancia y eso nos resta el margen que precisaríamos para dedicarnos a lo que sí lo tiene.

Las urgencias no se pueden convertir en un estilo de vida, ni tampoco son un buen método para lograr redimir nuestro tiempo.

Cada vez que postergamos algo importante porque tenemos una urgencia o creemos que la tenemos, estamos obrando en el sentido opuesto a lo que nos enseñó Jesús.

Seamos sabios y aprendamos de sus enseñanzas!

Seamos sabios y aprendamos a hacer lo que de verdad es importante y dejemos que las urgencias, sean satisfechas cuando llegue su momento. Nunca antes!

Efesios 5:15-16 –  Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.

Efésios 5:15-16 –  Portanto, vede prudentemente como andais, não como néscios, mas como sábios,  remindo o tempo, porquanto os dias são maus.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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DOS TEXTOS

Luego de bastante tiempo de pensarlo una y otra vez, se me ocurrió poner en práctica una sencilla experiencia. Leer un texto de Jesús y otro de alguien que comentara lo que el Hijo del Hombre  hubiera dicho.

La sorpresa fue menor de lo que se podía esperar, porque tal y como lo imaginaba, a partir de mi propia experiencia, los hombres siempre somos más ostentosos que el propio Jesús.

ÉL siendo Dios, siempre habló con extrema sencillez, sin caer en las frases grandilocuentes ni tampoco en los grandes adjetivos.

Muchas veces me he preguntado, por qué esto es así?

Y la respuesta es tan elemental como evidente.

La tendencia natural de los hombres es magnificar el propio conocimiento y exhibirlo delante de los demás.

Así es como buscamos ser admirados, reconocidos, exaltados por el nivel de conocimiento, por la altura de  comprensión de los Textos y también admirados por el alto sentido de la exposición los temas.

En estos pensamientos, me reconozco. En realidad, todos los hombres obramos de la misma manera, solo que algunos tienen más posibilidades que otros de exhibirse y de hacerse notar.

Cuando leo lo que Jesús nos dejó como testimonio de su Ministerio Terrenal, siempre me lleno de un profundo sentido de la vergüenza y también de arrepentimiento.

Es bueno que seamos capaces de entender que ningún gran pensador, por sabio que sea, podrá igualar en profundidad y autoridad lo que dijo el Autor de la FE.

Pero sí podemos tratar de hacer algo que ÉL hizo: Ser humildes y mansos…

No caer en la suprema vanidad de expresarnos mejor que ÉL. Es una torpe forma de manifestar nuestra humana condición.

Proverbios 16:22

Manantial de vida es el entendimiento al que lo posee;
Mas la erudición de los necios es necedad
.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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