A VOZ DE DEUS

 

TEXTO DEL MENSAJE EN ESPAÑOL

¡Gracia y paz! Otro mensaje para la Gloria de Dios, para nuestro crecimiento espiritual. El tema es: La Voz de Dios. Al principio era la Voz y la Voz era de Dios. Como sabemos, la Voz vino del Cielo y se escuchó en el Caos y el Caos se convirtió en Vida y Forma. Más tarde, mucho más tarde, la Voz también habló en el Desierto y las montañas de Aram. Y la Voz eligió a un hombre, y su nombre era Abram. Fue guiado y obedeció prontamente la Voz, dejando su hogar, familia y costumbres, y fue al lugar señalado por la bendita Voz. Más tarde, la Voz fue hablando y guiando a sus descendientes, desde muchos lugares, Egipto, hasta que, milenios después, finalmente, a Canaán, según la promesa hecha a Abraham en Egipto. La Voz también le habló a Moisés el Elegido desde el Monte de Dios, el Monte Sinaí, que es lo mismo que Horeb. La Voz liberó a Israel de la esclavitud, y la Voz hablaba por el desierto, siempre como sabemos, cuestionada y desobedecida por Israel. Durante ese tiempo, desde el Sinaí, Él estaba hablando a través de Moisés, dando Su bendita Ley y Sus Santos Decretos.  Más tarde, la Santa Voz estaba hablando a través de sus santos profetas y patriarcas, prometiéndonos una salvación tan grande por medio de la encarnación de la Voz, que en el tiempo de Dios se encarnó, descendiendo de Su Trono de Gloria a nosotros, vistiendo o revistiéndose de harapos como los humanos, para efectuar la redención tan grande de los hombres perdidos. Todas las promesas relativas a tan grande Salvación se cumplieron entonces en Jesús, la Voz Eterna, que fue vista por los hombres. Desde entonces, Ella ha sido rechazada, no sólo por Su pueblo elegido en Abraham, sino por la mayoría de los impíos, quienes siempre han preferido escuchar otras voces que la voz del Altísimo. Por amor, y sólo por amor, Dios permitió que Su Voz fuera impresa, en papiro, pergamino y finalmente en papel, para que fuera más fácilmente aceptada por la humanidad. El primer libro impreso por Gutenberg, según la historia, fue la Biblia. Y desde entonces, ha sido la bendita Voz de Dios la que bendice a la gente.  Cuando yo era niño, en la iglesia cantábamos un corito que decía algo así: “No abandones la Biblia, que es la Voz de Dios, la Voz de Jesucristo, que llama desde la cruz, es la Voz de Jesucristo a llamarnos al Cielo.” Qué privilegio para nosotros tener impresa la gloriosa Voz de Dios, y no solo una Voz del Cielo. Hoy tenemos muchas voces a través de los medios de comunicación, que provienen la mayor parte del mundo y la carne. Sin embargo, la Voz del Espíritu también se escucha a través de la Iglesia, la Esposa del Señor. Lástima que la bendita Voz del Cielo sea escuchada y aceptada y obedecida por unos pocos, pero sigue hablando. Y el que tenga oídos para oír, que la oiga, porque ella es el único medio de salvación y Vida Eterna. Tenemos en el Antiguo Testamento el largo Salmo 119, que exalta la Palabra o Voz de Dios. Somos, pues, inexcusables, pues tenemos el privilegio que no tuvieron los antiguos, de oír hablar también desde la Tierra la bendita Voz, por medio de Cristo, el Verbo o Voz que se hizo carne y que habitó entre nosotros. Gloria, pues, a Dios en las alturas por tan gloriosa Voz que hemos visto y oído. Es para la Gloria de Dios. Del Pastor Autilino. Amén.

EL ACUSADOR

DEVOCIONAL

En los lejanos tiempos de mi juventud, teníamos un amigo al que le sugeríamos que estudiara derecho para de esta manera poder ser fiscal.

La razón de esta sugerencia, era la de que siempre estaba acusando a los demás, por sus faltas, sus errores, sus contradicciones, como si él fuera perfecto.

Con el tiempo fuimos comprendiendo que esta actitud de vivir acusando, era una manera de defender u ocultar sus propios, podríamos decir, pecados.

Aprendí al lado de mi amigo, como somos de severos los seres humanos cuando se trata de juzgar a los demás y como somos de generosos y comprensivos, cuando se trata de valorar nuestra propia conducta.

Tanto que a partir de aquel tiempo y mucho más después de aceptar a Jesús, comencé a ser menos severo con los demás y más riguroso con mi propia persona. Fue una forma de acercarme en mi pequeñez a mi Salvador.

Lucas 6:37
No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados
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Diego Acosta / Neide Ferreira

CRUZ OU GETSÊMANI

TEXTO DEL MENSAJE EN ESPAÑOL

Gracia y Paz os sean multiplicadas. En cumplimiento de mi ministerio de predicaciones y mensajes divinos, estoy aquí de nuevo. Por favor escuchen el mensaje hasta el final ya que es muy profundo. ¿Qué fue más doloroso: ¿la Cruz o el Getsemaní? Cuándo el Señor Jesús sufrió más, ¿En la Cruz o en el Huerto de Getsemaní? Lo normal sería en el Gólgota o Calvario. Ese lugar mal oliente, empapado de sangre coagulada de otras crucifixiones, sería donde aparentemente agonizaría y sufriría más. Pero, en realidad, fue en el Getsemaní donde Su sufrimiento alcanzó dimensiones incalculables. Su dolor allí fue mas intenso, porque se centraba en el ámbito moral y espiritual, más que en el Calvario. Cuando Jesús pidió a los Apóstoles que velaran en oración con Él, por supuesto que estaba en agonía. Él hasta exclamó: “Mi alma está profundamente triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo”. Y en agonía oraba más fuertemente, y sucedió que su sudor se volvió como gotas de sangre que rolaban sobre la tierra. Lo que pasa es que, en el Getsemaní, era el Hijo Amado de Dios quien agonizaba, era Su alma o Su espíritu quien agonizaba con los peores dolores y las peores agonías. Cuando llamó a Dios “Padre”, era exactamente eso: era el Hijo de Dios, o El Dios-Hombre que agonizaba, y era el momento que Le estaba reservado desde antes de la fundación del mundo como Cordero de Dios. No ha sido fácil, en ese momento, que Jesús asumiera nuestras miserias y pecados, pecados de todo tipo, desde los días del primer hombre hasta el último que vivirá. La presión moral y espiritual fue tan intensa e insoportable, que Su sangre salió de Sus vasos periféricos y se mezcló con el sudor, empapando toda Su frente y, ciertamente, todo Su cuerpo. La copa era tan insuperable y abyecta, que sólo Él, que vino para esto, podía soportarla y beberla, como de hecho la bebió intensamente, hasta la última gota. En la cruz, ha sido Su cuerpo el que sufrió. Claro está que el dolor moral y espiritual de Getsemaní estaba asociado con el dolor físico, que era terrible e inhumano. En la cruz, Él clamó, como sabemos: “Eloí, Eloí, Lema Sabactani” o “Lama Sabactani”, es decir, “Dios Mío, ¿por qué Me has abandonado?” Ahora no clamó “Padre, Padre”, porque quien está colgado del madero vil es el Hombre-Dios, el Hijo del Hombre, o la Semilla de la Mujer, o por extensión, el Cordero de Dios. De cualquier manera, el dolor que llevaba Jesús sólo fue posible de soportarlo porque Su compasión y amor eterno hablaron mucho más fuerte. Ya en el desierto Jesús ha sentido el olor asqueroso de la copa, justo al comienzo de Su ministerio. Bebió una parte en Getsemaní y el resto en el Calvario. Cuán inescrutable e incalculable es el Amor de Dios. Amor rechazado, primero por Su propio pueblo, el Pueblo de Israel, y luego por los gentiles, cosa que infelizmente sigue sucediendo hasta el día de hoy. Pero la historia de Cristo no terminó ni en el Calvario ni en la Tumba. Dios lo resucitó de las tinieblas de la Muerte, llevándolo a vencer al último enemigo, la Muerte, y habiéndole restaurado todo Poder en el Cielo y en la Tierra. Volvió al Cielo para ser exaltado como el Cordero Vencedor y Dios que es. Y nos queda levantar nuestras manos y almas a lo alto y exclamar: Bendito y Maravilloso Dios Padre, Dios Hijo, sea glorificado mucho más hoy y siempre. Amén. Gloria a Dios por esto. Amén. 

LOS DESECHADORES

EL ABUELO SALOMÓN

Quizás nos podamos sorprender cuando nos llamamos a nosotros mismos: desechadores.

Desechadores, de qué?

Pues desechadores de todo, principalmente de lo que nos dicen  nuestros padres o nuestros verdaderos amigos, cuando nos hacen reflexiones sobre algunas de nuestras decisiones.

Esto ocurre, porque nos consideramos más sabios que los sabios y por tanto no precisamos que nadie nos diga nada y mucho menos si se trata de cuestionar o modificar alguna idea que consideramos como la verdad absoluta.

Lo triste es que cuando nos damos cuenta de qué aquellos consejos o sugerencias estaban acertados y los nuestros muy equivocados, ya es tarde porque estaremos ante situaciones irreparables.

Ser sabio es una virtud que nuestra soberbia nos impide que tengamos, porque entender que el patrimonio de la sabiduría no lo tiene nadie, es el comienzo de una nueva forma de vivir. Mejor, claro está.

Diego Acosta

SINFONÍA OTOÑAL

DEVOCIONAL

Mientras miraba un gigantesco árbol que se levanta frente a mi casa, me impactó la visión de que en cierta forma los humanos somos como esa preciosa Obra de la Creación.

Durante un tiempo luce radiante con el verde más luminoso, ofreciendo sus ramas y follaje a los pájaros que encuentran cobijo, sombra y protección.

Luego llega el otoño y aquel colorido se convierte en una mezcla se ocres, naranjas, amarillos y entonces comienza a verse la estructura del gran árbol.

Lo mismo ocurre con los humanos que luego del tiempo de la plenitud, nos llega el tiempo del ocaso, aunque sigamos fuertes pero ofreciendo un colorido diferente.

No el soberbio del esplendor sino los suaves que se corresponden con la madurez, tal vez con la serenidad y en cierta forma con la sabiduría.

Si fuéramos capaces de admirar y entender la Obra del Eterno, seríamos capaces de comprender como es nuestra vida y qué hasta en los tiempos del final, como cuando caen las hojas de los árboles, podremos ser útiles al Prójimo.

Deuteronomio 32:2
Goteará como la lluvia mi enseñanza;
destilará como el rocío mi razonamiento;
como la llovizna sobre la grama,
y como las gotas sobre la hierba;

Diego Acosta / Neide Ferreira