LA INSENSATEZ

EL ABUELO SALOMÓN

Cada vez que queda en evidencia un error personal, lo atribuimos a varias causas, pero difícilmente admitiremos que somos los culpables de lo ocurrido.

Esta actitud es inherente a la condición humana y no debe extrañarnos que sea así, porque el insensato solo mira lo que tiene delante.

Tampoco valora la posibilidad de que sus hechos tengan consecuencias serias, porque solo depende de su propia sabiduría y tampoco es capaz de escuchar un buen consejo. O por lo menos bien intencionado.

El vivir alocadamente respondiendo a los estímulos de su propia visión de la vida, lo llevan por caminos que parecen buenos y que casi inexorablemente se convierten en malos.

Pareciera que al insensato siempre le queda el recurso de culpar a otros de sus hechos, porque entonces puede continuar haciendo aquello que la más mínima reflexión le impediría concretar.

Triste destino es el del insensato que no admite sus errores y vive en un permanente estado de inmadurez que lo aleja de la realidad y lo convierte en una víctima de sus propias decisiones.

Diego Acosta

EL ARTE DE PEDIR

EL ABUELO SALOMÓN

Algunas personas han convertido el pedir en un auténtico arte, si es que puede recibir ese nombre, la acción de tener la mano siempre extendida para reclamar.

Y muchos también se pasan la vida pidiendo, como si fuera algo natural exigir, como si pedir fuera un derecho adquirido solamente por existir.

Es curioso que poco que pensamos en estas situaciones que son más importantes de lo que nos podamos imaginar, porque representan una forma de vivir egoísta y hasta simplista.

Nos podemos imaginar que haya quienes disfruten de esta forma de arte…pero lo que no saben es que persistiendo en estas actitudes se privan de la maravillosa alegría de dar.

Si pedir es como un arte, el dar es una virtud, porque habla de un corazón agradecido por todo lo recibido en la vida, abriendo las manos no pare exigir sino para dar a otros, no lo que nos sobra sino aquello que hasta podamos necesitar.

Esa es la alegría de dar y no la mezquindad de pedir.

Diego Acosta

TIEMPO DE RESTAURAR

EL ABUELO SALOMÓN

Para todo hay un tiempo, para lo bueno y para lo malo, para la alegría y también para la tristeza. Y también hay un tiempo para sanar y para restaurar.

En los tiempos difíciles debemos pensar que no siempre habrá dolor y sufrimiento, ni tampoco desesperanza y amargura. A todo lo malo seguirá lo bueno.

Siempre ha sido así y seguirá siendo!

Restaurar, es un esfuerzo edificante porque borramos del pasado lo que nos hizo daño y también perdonamos a quienes nos hicieron ese daño.

Persistir evocando aquello que nos hizo doler, es una idea que nos destruye y también nos limita, hacia un mañana que debe ser mejor que el que tenemos.

No miremos las ruinas, sino miremos con los ojos de la esperanza, aquello que podamos construir, sobre lo que haya quedado de bueno. Esto es restaurar.ruinas, esperanza,

 

EL MAL QUE DESEAMOS

EL ABUELO SALOMÓN

Como empezar un texto teniendo en el corazón la tristeza que provoca la propia maldad, la que
muchas veces inspira desear lo peor para alguien con el que tenemos graves diferencias?
Como es posible que el corazón pueda desear tanta desgracia a una persona?
Solamente se explica porque nuestro corazón es el origen de todas las emociones y de los sentimientos, que muchas veces nos llevan a cosas tremendas.
Quién tiene la maldad en su interior, vive y piensa con ese impulso que primeramente destruye a quién lo alimenta, con rencor o con envidia.
Esto recuerda esa penosa anécdota de un hombre que le pregunta otro que estaba haciendo y recibe como respuesta: una fosa. Y entonces el que inició el diálogo le replica: Cuídate de no caer en ella.
Para curar los impulsos de maldad, lo primero que deberíamos hacer es perdonarnos nosotros mismos y perdonar a los demás. Y mucho más si se trata del Prójimo.

Diego Acosta

EL CHISME DEGRADANTE

EL ABUELO SALOMÓN

Con cuánta avidez hay personas que se deleitan con los chismes, buscando saber sobre las miserias de otros que son tan atractivas.

Esta forma de vivir tristemente es también una fuente de recursos, para quienes precisamente no se atreven a vivir como los demás, es decir trabajando y esforzándose en las dificultades.

Vender su propia vida es una forma penosa de degradación, que poco a poco va dejando sin reservas morales a quienes la practican, porque cada vez se les pedirá más de sus tragedias personales.

Siendo una forma de vivir, es también una forma de no vivir la propia existencia porque hay quienes buscan en los hechos de los demás todo aquello de lo que carecen.

La vida vacía, sin alicientes ni contenidos, es la madre del chisme, que se alimentan de la tristeza de no querer reconocer que muchas veces desear saber sobre los demás, no es otra cosa que una manera de manifestar su propia frustración.

Hay una manera superior de vivir, que está completamente alejada del chisme y muy cercana al Prójimo.

Diego Acosta

LA ARMONÍA

 

EL ABUELO SALOMÓN

Hay palabras que se han incorporado a nuestro idioma, para expresar las tensiones que vivimos los hombres, cuando abandonamos la idea de la armonía.

Pero que es la armonía?

Quienes tengan conocimientos de música podrán comentar que la armonía no es otra cosa que la forma en que se pueden utilizar sonidos y pausas diferentes, para incluso acompañar versos.

Pero si aplicamos el concepto a las relaciones entre las personas veremos que las posibilidades son mayores y paradójicamente las dificultades son también más grandes.

Son mayores porque aseguran una forma de convivencia que hace la vida más grata y porque el debido respeto, torna más agradable aquello que debemos de hacer cada día.

Esto es maravilloso si se logra en el seno de la familia, porque entonces fructifican nuestras mejores cualidades, nuestros más altos sentimientos como padres y como hijos.

Pero si no se consigue la armonía, reina la discordia y difícilmente se podrán conseguir buenos momentos, porque tendremos más que proyectos de conjunto, razones para estar en desacuerdo.

Buscar la armonía, es anhelar una forma superior de vivir, pensando en nuestra existencia y en la del Prójimo.

Diego Acosta

LEVANTAR LA VOZ

EL ABUELO SALOMÓN

La humildad y la mansedumbre son virtudes qué si son verdaderas, juntas pueden lograr grandes cosas, principalmente frente a los soberbios y también frente a los prepotentes.

Pero hay circunstancias en las que sí debemos obrar de otra manera y es cuando debemos levantar la voz por los que no tienen voz y por tanto no pueden ser escuchados.

También cuando debemos luchar por los derechos de los desposeídos que no tienen ninguna posibilidad de hacerlo por sí mismos.

Y también cuando debamos defender los derechos de los pobres y los necesitados, de los huérfanos y las viudas, de los más débiles entre los hombres.

Entonces sí deberemos levantar nuestra voz, porque tendremos en nuestro corazón la fuerza que solo pueden conceder la mansedumbre y la humildad.

Levantemos nuestra voz, nunca para defender nuestras causas y siempre para ayudar al Prójimo.

EL AFÁN DEL CORAZÓN

EL ABUELO SALOMÓN

Día tras día, luchas tras luchas, nos debatimos en la búsqueda de concretar los logros que se alimentan en los deseos más íntimos del corazón.

Y con el paso de los días y las heridas de las luchas, comenzamos a advertir que todo lo que ansiamos, quizás sea demasiado para nuestras fuerzas.

Entonces nos damos cuenta que los fracasos y los engaños provienen principalmente de nuestro interior, desde las fantasías de nuestro corazón que ansía cosas que son demasiados grandes para nuestra capacidad.

Y cuando llega ese día en el que comprendemos que todas nuestras luchas y nuestros afanes, al final son tan irrealizables como frustrantes por inalcanzables, pensamos todo de nuevo.

Y esos pensamientos nos guiarán hacia verdades que nos negamos una y otra vez, porque no aceptamos que haya nada superior a nosotros mismos.

Y aunque nos duela y nos rebelemos contra esta verdad, nada podremos hacer por cambiarla, pero sí podemos hacer todo por aceptarla.

EL QUE HABLA

EL ABUELO SALOMÓN

Genéricamente hay dos clases de personas: las que son calladas y las que hablan mucho. Unas y otras tienen argumentos para defender su forma de ser.

Sin embargo las que hablan mucho tienen más atractivo para quienes las rodean, porque son más sociables, divertidas y por qué no encantadoras.

La cuestión de hablar mucho está relacionada con el conocimiento que cada persona tiene con relación a loque hace público. Es decir: Hablamos con fundamentos o sin ellos.

De allí las advertencias para que seamos juiciosos con el uso de la palabra, porque bien puede ocurrir que sean precisamente nuestros dichos los que revelen nuestra verdadera naturaleza.

Hablamos por hablar, por no estar callados o porque somos tan sabios que podemos hablar sobre todos los temas sin temor a equivocarnos?

Tal vez esto nos haga recordar la frase de la sabiduría popular que resume el tema: Quién habla mucho, se equivoca mucho y el que habla poco, yerra poco.

Diego Acosta