CUMPLIMIENTO

abimelech

La historia del rey Abimelec en el Libro de los Jueces, no solo es sorprendente sino también impresionante!

Nos revela como Jehová está en el control de lo que hacemos y de lo que decimos.

Y también que finalmente Dios ejerce su Autoridad sobre la vida de cada uno de nosotros.

Así como Abimelec fue destruido, así ocurre con la vida de algunas personas. Un caso que conocí muy de cerca, me sirvió como revelación para entender la gravedad de la práctica de la idolatría.

Especialmente tremendo resulta para el Eterno, cuando caemos en la idolatría. En cualquier forma de idolatría, desde la más común como es la del dinero hasta la más íntima que podamos albergar.

He pensado muchas veces como es posible que sabiendo lo que se me enseñó, pueda caer en la idolatría, que ofende al Señor y a su Palabra.

Puedo asegurar que en más de una ocasión, debo sujetar mis pensamientos y mis actitudes, para que no me lleven a la idolatría.

Los pensamientos porque son los determinan mi forma de obrar, mis actitudes, porque son el reflejo de lo que tengo en mi corazón.

Un idólatra es alguien que sabiendo quién es el Soberano, se torna rebelde por seguir a un ídolo humano o sobrenatural, que pensamos que tiene un poder que nos puede beneficiar.

O más simplemente, un humano al que me gustaría parecerme, del que me gustaría tener sus posesiones y del que me gustaría tener la notoriedad de la que carezco.

Recordemos a Abimelec!

Jueces 9:56-57

Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos.

Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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PERSONAL / 59

trompetas

Eis que hoje eu ponho diante de vós a bênção e a maldição:

a bênção, quando ouvirdes os mandamentos do Senhor, vosso Deus, que hoje vos mando;

 porém a maldição, se não ouvirdes os mandamentos do Senhor,

vosso Deus, e vos desviardes do caminho que hoje vos ordeno,

para seguirdes outros deuses que não conhecestes.

 

Deuteronomio

 

He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición:

la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo

hoy,

y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios,

y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy,

para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.

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INDALO O INDALA, OTRA FORMA DE IDOLATRÍA HUMANALA OTRA HISTORIA

la otra

LA OTRA HISTORIA

Algunas civilizaciones con varios miles de años de antigüedad, utilizan el símbolo de una figura humana elemental sosteniendo con sus manos extendidas un arco.

En algunos casos se considera el Indalo o la Indala, un amuleto cuyo sexo sería femenino, por la ausencia de los atributos de la masculinidad.

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Hay antecedentes de la figura en Egipto, donde se la relaciona con la invocación para que no se registre un nuevo diluvio.

Algunas tribus naturales de Estados Unidos, los Sioux, los Hopi o los Cree, le atribuyen la condición de ser quién establece la unión entre lo físico y lo espiritual.

También le conceden la condición de ser el gran guerrero que conducirá al mundo hacia la libertad.

Se registran estas figuras en diversos lugares del mundo y todas con las mismas o parecidas características. También se le atribuye el mismo origen y motivación al dibujo de Da Vinci, sobre las proporciones según Vitrubio, de finalers del siglo XV.

En otros lugares, como el sur de España, se le concede al Indalo condiciones mágicas relacionadas con la suerte o con los pedidos de que no haya grandes lluvias.

Más concretamente en Almería se lo relaciona con san Indalecio, cuya festividad se recuerda los días 15 de mayo.

Lo cierto es que este símbolo, sobre cuyas propiedades existen diversas versiones, muchas de ellas contradictorias, no es otra cosa que el resultado de la imaginería popular y la consiguiente creación de un símbolo idólatra.

Evidentemente en total contradicción con el mandato de Jehová: No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni les serviréis, ni les haréis sacrificios.

Diego Acosta

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