Comienza el proceso que habría de desencadenar la tragedia ordenada por Herodes por el Nacimiento de Jesús.
En otra de las pocas apariciones de los ángeles celestiales, un Ángel del Señor habló en sueños a José, dándole instrucciones acerca de lo que debía hacer.
Mateo 2:13 Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.
Dios otorga la responsabilidad de la familia a José, al ordenarle lo que debía hacer con el Niño y su madre. Con toda precisión le indica que debe regresar a Egipto, de donde salieron sus antepasados hacía más de mil años.
Así fue como José dio cuenta del Mandato recibido y marchó a Egipto.
Se cumplía así lo profetizado por Oseas, según se registra en su LIbro, 11:1: Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
La permanencia en las tierras de Faraón habría sido muy breve, de algunas semanas, por cuanto la muerte de Herodes se produjo al poco tiempo de haber llegado. Reiterando la cuestión de los errores del calendario, la muerte de Herodes se habría producido alrededor del 4 a.C.
Herodes enfurecido mandó a matar a todos los niños menores de dos años, por cuanto consideró que el viaje de los sabios desde Oriente, se habría iniciado cuando vieron la estrella. Es decir, dos años antes de que llegaran a Jerusalén. La muerte de los menores comprendió a todos los que habían nacido en Belén sus alrededores.
Se cumplió así lo profetizado por Jeremías en 31:15, que habla del lamento de Israel durante la cautividad en Babilonia, en el año a.C 586. La versión del texto de Mateo, difiere solo en sus primeras palabras.
Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron.
El texto está encabezado en el original de Jeremías por la frase: Así ha dicho Jehová.
Herodes sería responsable de la cruel matanza de inocentes.
Diego Acosta
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