MUCHO O POCO

EL ABUELO SALOMÓN

Es curioso como el que mucho tiene siempre estará bajo sospecha cuando tiene un acto de generosidad. Siempre se dudará sobre lo que ha salido de su mano.

Se dirá que ha sido poco, que no ha sido generoso sino más bien lo contrario, rozando la categoría de miserable. Por mucho que haya dado.

En cambio el que poco o nada tiene, todo lo que ponga en la mano de otro, será siempre mucho. Simplemente, porque nadie pondrá en duda que está dando de lo que falta y no de lo que le sobra.

Pensando en esto, viene al caso saber que en el fondo se trata de tener buenos actos, no por el placer de hacerlo, sino por la necesidad espiritual de ayudar al Prójimo.

De allí que haya dadores alegres y personas que se piensan muy bien cuanto ofrecerán porque tratan de asegurar que ese hecho no afecte su tranquilidad futura.

La mano abierta siempre será generosa, aunque solamente tenga lo indispensable. Pero en una mano abierta, siempre es posible recibir de la generosidad de otro.

Diego Acosta

NO TE MIENTAS

EL ABUELO SALOMÓN

Seguramente todos sabemos lo que significa la mentira y sus efectos y consecuencias.

Por una elemental cuestión de lógica debemos comprender que el mentir es algo que llevamos no solo en nuestra mente sino también en nuestro corazón.

Sabiendo esto, pensemos como sería el mundo, nuestro mundo, si todos habláramos mintiendo. Sería imposible vivir de esa manera, porque terminaríamos por confundir lo real con la mentira.

De allí la importancia de corregir con decisión el hábito de mentir, pensando en la cuestión de fondo: Por qué razón mentimos? Qué nos impulsa a mentir?

Esto supone un ejercicio de gran honradez porque para llegar a profundizar en el tema, lo primero que tenemos que hacer es no mentirnos a nosotros mismos.

El día en que dejemos de mentirnos, es decir a nosotros mismos, comenzaremos a comprender el principio de que siempre debemos hablar la verdad. Aunque nos duela, no nos guste o nos comprometa.

Diego Acosta

EL BURLADOR

EL ABUELO SALOMÓN

Es sorprendente como las personas que se burlan de los demás, nunca aceptan que nadie les diga algo en el mismo sentido.

Generalmente reaccionan con gestos y palabras que son desmedidos con relación a lo que se les dijo. Qué es lo que provoca estas actitudes?

Es muy difícil comprender porque la disposición a la burla, casi nunca admite contradicciones ni tampoco reacciones. Es como si alguien dijera: Yo me puedo burlar…tú no.

Esta es la raíz del problema: El burlador o el escarnecedor se cree con derecho a obrar como mejor le parezca, sin respetar ni tampoco considerar la sensibilidad de la otra persona.

Ese sentimiento de superioridad se traduce en prepotencia, porque casi nunca un burlador o escarnecedor, aceptará que otra persona pueda burlarse de él.

Quizás haya que pensar que quienes se burlan de los demás, en el fondo tienen miedo de las opiniones y por eso atacan primero y se defienden no aceptando la burla personal.

Una forma de solucionar esta cuestión, es alejarse del burlador o escarnecedor. Así no sufriremos sus ataques ni caeremos en la tentación de responderle.

Diego Acosta

LAS HORMIGAS

EL ABUELO SALOMÓN

En mis solitarios juegos de la infancia, me inventaba amigos, viajes y cosas parecidas. Buscaba que las horas pasaran y llegara el momento en el que mi padre volviera por la noche.

En esas largas horas un día descubrí a las hormigas. Y se convirtieron en mis mejores compañeras, porque en el patio de tierra de mi casa, las podía ver todos los días con sus idas y venidas.

De tanto verlas, me sabía el caminito que hacían desde las plantas hasta su hormiguero y como se cruzaban, siempre rápido y sin descansar.

A veces me llamaba la atención las pesadas cargas que llevaban y más me sorprendía, como en algunas ocasiones las cargas eran tan grandes que eran dos o tres las que se esforzaban para llegar hasta su casa.

Cuando le pregunté a mi padre por qué trabajaban tanto, me dijo que era para darles de comer a sus hijos y para guardar comida para cuando llegara el invierno y para qué en ese tiempo, no les faltara nada.

Ellas me enseñaron que había que ser laborioso y cumplidor, porque siempre habrá alguien confiando en nosotros.

Diego Acosta

IMAGINEMOS

EL ABUELO SALOMÓN

Los buenos consejos a veces no los entendemos o no los queremos entender. Entonces seguimos obrando, ignorando lo que podría ser bueno para nuestra vida.

Cuando hablamos del Prójimo, deberíamos ser generosos no solo con nuestros pensamientos, sino también con la obra de nuestras manos.

Porque tenemos la idea de sentirnos superiores, al poder ayudar a alguien que está en necesidad y nos convertimos en seres capaces de hacer el bien casi sin límites.

Pero algún día deberíamos poner estas ideas por pasiva y pensar que somos nosotros los que precisamos ayuda. Que somos nosotros los que precisamos que alguien nos tienda una mano no con soberbia sino con Misericordia.

Tal vez entonces nos gustaría imaginar que la persona que llegue hasta nosotros tenga la bondad en su corazón y no la soberbia que hay en el nuestro.

Cuando pensemos en el Prójimo, pensemos que tal vez un día el que precise de un corazón compasivo, seamos nosotros mismos.

Diego Acosta

NECIO NO ESCUCHA

EL ABUELO SALOMÓN

Recordando algunos momentos de mis tiempos de estudiante, comprendí algunos errores, que son muy difíciles de entender.

Cuántas veces dejé de prestar atención a la enseñanza de los maestros, creyéndome superior y lo que es peor, que lo sabía todo o casi todo.

Esta soberbia al final no demuestra otra cosa que un alto grado de ignorancia, porque solo los ignorantes se niegan a ser enseñados, como era mi caso.

Un ignorante comienza a dar este tipo de pasos sin advertir que se dirige a convertirse en un auténtico necio, porque en lugar a saber cada día más, sabe cada día menos.

Además de demostrar que dejar de prestar atención a un maestro es una gran falta de respeto, hacia quién no solo que ha aprendido de otros maestros, sino que nos enseña sus propias experiencias.

Pienso en los errores que me podría haber evitado de haber sido menos petulante y más humilde, para escuchar con atención lo que otra persona me estaba enseñando.

 

CORREGIR SABIAMENTE

EL ABUELO SALOMÓN

Recuerdo con insistencia el día en que una mujer tuvo un gesto airado con un señor, que había amonestado a su hijo. Le recriminó que no tenía autoridad para hacerlo.

Él le respondió que sí la tenía y que se la había dado ella misma, cuando no educó a su hijo de la manera adecuada y el niño era capaz de faltarle el respeto a los mayores.

Fue un momento muy duro y aleccionador, porque siendo un joven padre, comprendí la necesidad de educar con firmeza a mi primera hija, por entonces.

Pensando en el incidente, llego a la conclusión que muchas veces no somos severos con nuestros hijos en el momento necesario. Dejamos pasar situaciones que merecen una reacción inmediata.

Si fuera tardía probablemente el niño no la entendería, pero si la corrección se produce cuando se ha producido una falta, entonces sí es eficaz. Y lo haremos con amor y no con dureza como ocurrió en la historia que comenté.

Diego Acosta

EL ABATIMIENTO

EL ABUELO SALOMÓN

Se podría decir que se entiende cuando una persona se muestra abatida, con una profunda tristeza y con el lógico desánimo que provocan estos estados de ánimo.

La cuestión es saber que produce el abatimiento?

Si logramos conocer el origen podremos intentar una solución, aunque a veces resulte tan difícil y hasta poco probable. Pero la cuestión es intentarlo.

Las humillaciones públicas o aún las que se producen en el más estrecho círculo de las relaciones personales, son las que muchas veces desencadenan estos episodios.

Sencillamente porque nos hunden y nos duelen tanto, que no somos capaces de reaccionar. O bien tratando de argumentar en contra de la humillación o bien tratando de superarla pese a lo inesperada que pueda resultar.

Puede ocurrir que hayamos sido víctimas de alguna bajeza que nos resulte incomprensible o intolerable, mucho más cuando provenga de una persona de la que nunca lo sospecharíamos.

El primer paso en la lucha contra el abatimiento, lo daremos perdonando a quién nos ha humillado o ha cometido alguna bajeza contra nosotros. El perdón, es también la mejor forma de volver a creer en nosotros mismos.

Diego Acosta

LOS MALVADOS

EL ABUELO SALOMÓN

La influencia del mundo, cada vez más profunda y peligrosa, nos lleva a la compleja realidad de que terminamos admirando a quienes no son otra cosa que hacedores de maldad.

Tal vez esto se torna más posible, como consecuencia de que pareciera que esas personas a pesar de sus malos procederes, tienen impunidad o que la justicia de los hombres no los alcanza.

Y como en estas situaciones siempre hay algo de verdad, se torna más difícil todavía discernir qué aunque la maldad aparentemente prevalezca sobre la verdad, finalmente nunca será ese el resultado final.

Estos pensamientos nos deben hacer concluir que no está en nuestras manos la solución, porque somos demasiados pequeños y los poderosos demasiado importantes.

La única reacción posible es no aceptar estos hechos como buenos y por lo tanto nunca idealizar a quienes hacen el mal, porque debemos pensar que inexorablemente un día todos rendiremos cuentas.